– La novedad editorial de su autobiografía abunda en estimulantes reflexiones y revelaciones de todo tipo condensadas en 318 páginas

 

– Confiesa que quedó deslumbrado con la gestión norteamericana, donde estudios y deporte son dos caras de la misma moneda, a diferencia de Europa


– La figura holandesa aconsejó a Guardiola ser capaz de echar al presidente del vestuario para ser un digno entrenador del primer equipo azulgrana


Amado Moreno

Con su autobiografía recién aparecida, Johan Cruyff nos ha dejado un último rasgo de su genialidad. Ratifica que no estaba limitada al terreno de juego. Presentada días atrás con resonancia mediática en Londres por su discípulo Pep Guardiola  ha llegado esta semana con cierto retraso a las librerías canarias. Editada por Planeta, la mayoría de sus 318 páginas no tienen desperdicio. Sorprende gratamente por la fluidez y amenidad del relato en primera persona de quien fue una  figura deportiva internacional legendaria, durante décadas. Estamos delante de unas memorias redactadas con una prosa casi impecable, que destilan franqueza, espontaneidad, matices elocuentes de su ya conocida trayectoria futbolística. Lástima que sus catorce capítulos no incluyan unos índices temático y onomástico en su culminación. La variedad de asuntos abordados y la proliferación de nombres manejados bien lo merecía.
Abundan pruebas de sensibilidad, humanidad, ejemplos solidarios,  invitaciones a la humildad, lejana de la soberbia que algunos de sus detractores atribuyeron a Cruyff en otros tiempos. Entre éstos detractores no se halla desde luego el que suscribe, recompensado en los años 70 en el aeropuerto del Prat  con la deferencia de una entrevista para “Diario de Las Palmas” por el tres veces campeón de Europa con el Ajax como jugador, y otra, posteriormente, como entrenador del Barça. El encuentro fue facilitado entonces no sólo por la predisposición generosa de Cruyff, también, como he recordado alguna que otra vez,  por la decisoria ayuda de José María Minguella, responsable de Imagen y Comunicación del club azulgrana en aquella época, y hoy agudo comentarista de la cadena Cope para las grandes citas futbolísticas.

ORIGEN HUMILDE Y SIN TITULOS ACADEMICOS. Cruyff desnuda prácticamente ante los lectores gran parte de su vida personal y profesional desde su infancia en Ámsterdam. Su origen humilde, huérfano de padre prematuramente a los 12 años, y dependiente de una madre que tenía que ganarse la vida como limpiadora de los vestuarios del Ajax, club en el que su hijo no sólo aprendió a jugar al fútbol, “sino también a comportarme”, afirma en el prólogo. Ya la primera línea de la publicación alerta al lector: “Soy una persona sin títulos académicos. Todo lo que sé, lo he aprendido por experiencia”. Nadie lo diría. Las páginas de su autobiografía derrochan sabiduría para enfrentar problemas y enfocar correctamente los esfuerzos con una adecuada filosofía de vida.

Califica de determinante a su familia para ser lo que fue como persona y reconoce como único defecto suyo pensar siempre en lo más alto: “Mi vida ha estado siempre marcada por el deseo de perfeccionamiento y de mejorarme a mí mismo”.

Relata alguna anécdota conmovedora, tras la muerte de su padre. De camino a los entrenamientos del Ajax en bicicleta visitaba su tumba y “hablaba” con él de la escuela, de fútbol, y más tarde, en su juventud cuando tenía que adoptar decisiones más difíciles. Le preguntaba  “¿Tú qué opinas, papá?”. Cruyff agrega que a la mañana siguiente se levantaba y había despejado sus dudas. Admite que no sabía cómo funcionaba esta extraña interlocución con su padre fallecido, “pero él estaba allí siempre que he tenido que tomar una decisión, y después de hablar con él he sabido lo que he tenido que hacer”.

FUERTE INFLUENCIA DEL BÉISBOL. En otro apartado resalta la influencia importante del béisbol para su desarrollo como futbolista. Le sirvió para aprender que había de saber dónde lanzaría la bola antes de recibirla, lo cual significaba que debía tener una idea clara del espacio que le rodeaba, de dónde está cada jugador antes de enviarla. Estas lecciones sobre cómo concentrarse en una visión de conjunto surgieron en él después de forma natural “y se convirtieron en mi mayor virtud”. Subraya entre las lecciones aprendidas de esa etapa la velocidad de arranque, deslizarse por el suelo, orientación espacial, aprender a anticiparse a los movimientos…”los mismos principios que aplica el Barcelona en sus ejercicios de control y pase en los rondos, que son, a su vez, la base de su estilo tiki-taka”.

CONTRASTES ENTRE EUROPA Y EEUU. Llaman la atención en esta autobiografía las conclusiones de Cruyff sobre su aventura norteamericana que insinuaba su ocaso como futbolista en activo.  Primero en Los Ángeles, y después en Washington. No disimula su rendida admiración por la organización y gestión del Deporte en Estados Unidos. Confiesa que América lleva el deporte de élite en los genes. “La gran diferencia entre EEUU y Europa es que allí el deporte se organiza a través del sistema escolar, mientras que aquí se organiza mediante el sistema de clubes”, declara con contundencia. A su juicio, en la UE estudiar es una cosa, y el deporte, otra. “Eso es un error. Entre los americanos, estudios y deportes son dos caras de la misma moneda”, recuerda el futbolista holandés en sus memorias. También apunta como problema la indiferencia general en Europa con el entorno de los deportistas, en contraste con la atención que se presta en EEUU a ese aspecto que considera fundamental. Opina que “casi nunca nos dedicamos (los europeos) a anticipar los problemas. De ahí todo el lío con los futbolistas que proceden de una familia pobre, saben jugar bien al fútbol, se hacen ricos y acaban yendo por el mal camino”.

En resumen, traza un balance positivo de su experiencia en Los Ángeles y Washington. Denota gratitud por la afectividad que le rodeó siempre a él y a su familia en Norteamérica. Describe que las esposas de los Kennedy le buscaron una casa y que tuvo de vecino a Robert McNamara, entonces presidente del Banco Mundial, tras haber sido secretario de Estado de Defensa durante la presidencia de John F. Kennedy.  Cruyff se sorprendió la primera vez de verle a las cinco de la mañana en pantalón corto corriendo por el parque y de que le recogiera después a las siete una limusina con banderas americanas. Cuenta además que el ex secretario de Estado de Defensa norteamericano era un tipo estupendo que le hizo montones de recomendaciones sobre el barrio: una buena escuela para sus hijos, dónde se podía comprar el mejor pan y las mejores verduras…

CONSEJO A GUARDIOLA. La autobiografía discurre igualmente por otros capítulos no menos atractivos de la vida de Cruyff, en los que éste aborda su andadura con el Ajax, la selección de Holanda y el Barcelona, su ruptura con Núñez, presidente del club azulgrana, su sintonía con Laporta, y su identificación deportiva con Guardiola, al que reconoce una gran personalidad y una mente inteligente: “Aunque no es de los que se apoya en mis consejos, le gusta conocer mi opinión”. Le consultó antes de hacerse cargo del Barcelona B. Y le respondió tajante que sólo tenía que aplicar una norma, ser capaz de decirle al presidente: “Lárgate del vestuario, aquí mando yo. Sólo entonces sería digno de convertirse en entrenador del primer equipo”.

Johan Cruyff, genio y figura como nadie hasta la sepultura. Su aspiración en los últimos años de su vida era que las generaciones futuras le recuerden simplemente como un deportista responsable. Está en el camino de conseguirlo.

 

NOTA.- Publicado en La Provincia el 151016