El Arsenal que entrena el francés Arséne Wenger no ha podido iniciar mejor la Premier League este fin de semana con una victoria rotunda y un festival de goles a domicilio, imponiéndose al Everton (1-6) en Goodison Park. Un triunfo que, en principio, reforzará las convicciones del técnico galo, que desoyó la tentadora oferta del Real Madrid de Florentino, y prefirió mantener su compromiso y fidelidad con el club británico.

 

La ética y estética futbolística de Wenger, un hombre cultivado con el que se puede tener una charla instructiva de política o de cultura,  no se prodigan en un deporte cada vez más mercantilizado y con gestores aprovechados, capaces de dejar a sus clubes en la bancarrota, en aras de su lucro personal. En este contexto, Wenger es un ejemplo excepcional de coherencia y profesionalidad. Su trayectoria demuestra que los sentimientos y amor a unos colores no están reñidos con los objetivos de la entidad, ni con la satisfacción individual. Le avalan 13 años como entrenador en la Liga inglesa y el logro de tres campeonatos.

“Yo creo que todo en la vida, si está bien hecho, se convierte en arte. Si lee a un gran autor, éste llega hasta muy dentro y le ayuda a descubrir cosas nuevas. Usted puede llegar a transformar la vida hasta conseguir algo próximo al arte. El fútbol es parecido. Cuando yo veo jugar al Barcelona…Bueno, para mí, eso es arte.(…) Lo más importante en la vida es tener una meta y hacer todo lo posible para alcanzarla, y lo peor es no tener ninguna”, acaba de confesar en las páginas de “The Times”.

Aclara que la confianza en sus jugadores del Arsenal fue decisiva para rechazar la oferta del Real Madrid este verano, cuya filosofía define como “drogadicción financiera. No viven con el dinero que producen, como nosotros”.

Su opinión sobre el club blanco es respetable y hasta comprensible, pero no por eso revestida de verdad dogmática. La política de Florentino Pérez en su etapa anterior como presidente tuvo sus “sombras”, pero también sus “luces”, traducidas en títulos, fútbol espectáculo y rentabilidad económica. Exitos y fracasos. Entre estos últimos registró decisiones erróneas, como prescindir de Del Bosque, o interferir en asuntos que eran competencia estrictamente del entrenador de turno respecto a la disciplina del vestuario.

Fabio Capello, el italiano que dirige hoy la selección inglesa y que conquistó dos títulos de Liga con el Real Madrid, se enfrentó a un problema serio durante su última etapa en el club merengue: “Tengo un vestuario lleno de niñatos millonarios”, dijo al oído de un interlocutor canario, amigo suyo, minutos después de ser la figura invitada a la inauguración de la nave industrial de Peláez Castillo en Gran Canaria, hace dos años. La lamentación del técnico se produjo después de rechazar una petición telefónica de Ronaldo, en la que el futbolista brasileño le solicitaba autorización para no acudir al entrenamiento del día siguiente porque sus amistades habían previsto ofrecerle, la noche antes, una fiesta en París. “Se juega como se entrena”, había sentenciado en más de una ocasión Capello, un “sargento de hierro” que tenía como divisa de su trabajo la disciplina, incluso entre el colectivo díscolo de los “niñatos millonarios” que vestían de blanco. Probablemente un valor (la disciplina) compartido igualmente con Arséne Wenger.
 
Amado Moreno
Las Palmas de Gran Canaria, 17 de agosto de 2009.