Dejó huella en todos los centros docentes donde ejerció la enseñanza de Humanísticas

Su talento pedagógico en abundantes materias deslumbraba a la mayoría de alumnos

Entre sus aportaciones más relevantes al acervo canario destaca “Flores del Faneque”

Amado Moreno

A los noventa años de edad nos ha dejado José Antonio García Álamo, profesor inolvidable para la mayoría de sus alumnos en los diversos centros -incluidos varios de la capital grancanaria- que tuvieron el privilegio de contar con su magisterio y lecciones de Humanística. Brillaba con humildad y rigor por su saber enciclopédico.

Así lo percibimos siempre a temprana edad juvenil estudiantes afortunados en las aulas de la Academia Cardenal Cisneros de Gáldar, donde impartió Filosofía, Lógica y Ética, además de Literatura Francesa e Historia del Arte. Su talento pedagógico transmitía entusiasmo y cariño por sus enseñanzas. Parecía un académico galo desarrollando con fluidez sus conocimientos sobre textos y autores como Víctor Hugo, Moliére, Flaubert, Voltaire, etc. Con similar facilidad y pasión exponía su sabiduría e interés por el arte y la arqueología, la Escuela Flamenca con El Bosco a la cabeza, o la Egiptología. Tan detallista con esta última disciplina que en ocasiones parecía haber acompañado al arqueólogo británico Howard Carter para descubrir la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes, mientras su audiencia estudiantil escuchaba embelesada su ameno relato.

Uno de sus mayores amigos y colega profesional, César Ubierna, director de la Casa Museo Antonio Padrón, ratifica  su reconocimiento y admiración por el fallecido. Añora la presencia y los momentos de tertulias habituales que sobre arte y filosofía compartían cada lunes, durante décadas, hasta que la salud física de José Antonio García Álamo se quebró a consecuencia de una grave caída con efectos perversos. Apenado por su desaparición, César Ubierna considera impagable la aportación educativa y cultural de aquél al acervo canario, citando entre su producción más relevante “Flores del Faneque”, edición de Maximiano Trapero, con ilustraciones gráficas de Pepe Dámaso.

A juicio del editor la aportación más relevante de este trabajo de José Antonio García Álamo son las dos listas dedicadas al “Léxico dialectal”, unos 250 dichos y refranes y más de 1.700 términos, todos ellos con su correspondiente comentario para hacerlos compresivos al lector, ajeno al vocabulario típicamente agaetense.

 Por su parte, Cristóbal García del Rosario rubrica la introducción del mismo libro con otro texto en el que muestra su gratitud al autor de “Flores del Faneque” por “extraer del alma de nuestro pueblo la esencia de su niñez el espíritu soñador que jamás debemos perder”. Indica que tales páginas condensan sólo una muestra del inmenso compromiso espiritual que él mismo se habría exigido con su Agaete natal, clave y referente principal de la mayor parte de su vida, salvando las estancias en el viejo caserón de Vegueta, primero colegio de los Jesuitas y después seminario conciliar, donde vivió entre 1942 y y 1949, antes de trasladarse a La Laguna para hacer la carrera de Derecho.

César Ubierna no duda en señalar a San Agustín como el referente espiritual y filosófico más influyente en el pensamiento de José Antonio García Álamo. También Santa Teresa de Jesús, sin menosprecio de los clásicos Sócrates, Platón y particularmente Aristóteles. En materia artística, aunque su debilidad era la pintura flamenca,  recuerda que tenía una preferencia por el estilo indigenista de las islas, enriqueciendo sus conocimientos y afición con Antonio Padrón, al que trató en diversas ocasiones con un interés común por ahondar en la inspiración del alma y valores de la canariedad.

Otra enseñante, María Teresa Ojeda, a la vez que lamenta la muerte de su antiguo compañero como docente en el “Cardenal Cisneros” de Gáldar , valora la calidad humana y profesional que siempre acreditó, “como persona correcta, educada, de vasta cultura, y profesor metódico, del que conservo en un lugar destacado de mi biblioteca su importante trabajo de investigación “Flores del Faneque” que tuvo el detalle de regalarme”.

Tampoco escatima elogios y sentimiento de pesar desde Madrid, donde reside, José Juan Ojeda, economista y Técnico de la Administración Civil del Estado. Se ufana de haber figurado entre los mejores amigos de José Antonio García Álamo. Es padrino de bautismo de la hija mayor de éste, Guayarmina, con la que habló ayer tarde tras enterarse del óbito.

“José Antonio era uno de mis tres grandes amigos –explica- .Otro es Guillermo García Alcalde. Con profundo dolor he encajado la noticia del fallecimiento del primero. Tengo delante su dedicatoria personal para mi en su libro “Flores del Faneque”, donde me escribe que “las amistades más antiguas, como sucede con el vino, son las más exquisitas”.

Evoca cómo le conoció en La Laguna cuando ambos eran universitarios, etapa en la que cimentaron su amistad y afecto, acentuados y prolongados después hasta hoy, pese a la distancia física por razón de sus residencias. Su colaboración con José Antonio García Álamo, entonces alcalde de Agaete, para diseñar un Plan de Desarrollo del municipio, “junto al bancario y gran futbolista Luis Nuez”.  El objetivo prioritario era enfrentar los déficits en infraestructuras y viviendas, partiendo de un estricto análisis de situación. Además de una inquietud social, confiesa que a ambos les unía igualmente su preocupación por la Cultura y todas sus teclas, “pues no había una que José Antonio desconociera”, subraya Juan José Ojeda.

Sus amigos coinciden en apuntar que la disciplina, la perseverancia, y la fe religiosa no exenta de una alta dosis de tolerancia y respeto para quien pensara diferente,  fueron cualidades que adornaron toda la trayectoria vital de José Antonio García Álamo. Los que tuvimos el honor de ser alumnos suyos añadiríamos su enorme sensibilidad con todo esfuerzo humano de superación y mayor conocimiento. Descanse en paz quien tanto amor demostró por su terruño canario y su gente.


*Publicado en La Provincia el 18 de marzo de 2021.