El fútbol, a veces tan disparatado premiando con la victoria al equipo que no lo merece, hizo justicia esta vez en la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010. El estilo civilizado, la bravura combinada con la técnica y el talento, dieron el triunfo y el título a España frente a la barbarie del fútbol holandés.
La selección de los Países Bajos, otrora reconocida como la “naranja mecánica” por su fútbol primoroso, especialmente en los 70, liderada por Cruyff, devino en el choque de ayer domingo en “naranja trituradora”.
A falta de recursos para frenar la arrolladora ofensiva inicial del equipo de Del Bosque, los defensores holandeses se entregaron a una práctica violenta, con la permisividad intolerable del árbitro británico Howard Webb, que, finalmente, se vio obligado en la prórroga a dejar a su equipo con diez jugadores por la expulsión de uno de ellos, tras la acumulación de dos tarjetas amarillas.
En realidad, mucho antes tenía que haberse ido al vestuario De Jong, tras una entrada criminal a Xavi Alonso, al que estuvo a punto de clavar los tacos en el pecho. Las constantes tarascadas holandesas, con la complicidad arbitral, sólo sirvieron para deslucir la que estaba llamada a ser una gran final, con espectáculo futbolístico incluido.
No pudieron evitar la victoria española, que llegó gracias a una nueva genialidad de Iniesta, el mejor futbolista desde hace tiempo del firmamento español, tras una cesión certera de Cesc Fábregas, cuando expiraba ya la prórroga y la mayor parte de los aficionados se temía una resolución con penalties.
Y aunque el equipo español basó su triunfo en el juego de conjunto, en aras de la verdad se impone destacar también tres intervenciones providenciales de Iker Casillas, dos de ellas a los pies de Robben, la estrella holandesa. En resumen, ganó el fútbol (España), y perdió la barbarie (Holanda).
Queda por ver ahora si la FIFA se pone las “pilas” –somos muy escépticos al respecto- a partir de la experiencia sudafricana, y previene para la próxima edición los fallos clamorosos que las actuaciones arbitrales han dejado en el recuerdo, empañando lo que parece ha sido una organización acertada del torneo.
Bastaría con que los sesudos lbarones de la FIFA invirtieran en la enmienda de errores el mismo celo que despliegan con la tesorería de su organismo. No es de recibo que en pleno siglo XXI sigan dando la espalda a las nuevas tecnologías que evitarían graves errores arbitrales, e ignoren su aplicación con acierto en competiciones como el atletismo y el tenis, sin menoscabo alguno del espectáculo para los aficionados.
Amado Moreno
Las Palmas de Gran Canaria a 12 de julio de 2010