La uremia y la arteriosclerosis mataron al autor de los Episodios Nacionales

La Medicina de 1920 carecía de los medios y conocimientos actuales para enfrentar con éxito sus patologías

El médico terorense, Pedro Peña, indagó sobre el acta de defunción del universal escritor canario

Amado Moreno

Las complicaciones derivadas de la uremia -lesiones irreversibles en el riñón- y una avanzada arteriosclerosis fueron determinantes en el fallecimiento de Benito Pérez Galdós. El pasado 4 de enero se cumplió el centenario de la muerte del autor de los Episodios Nacionales, “Fortunata y Jacinta”, “Marianela”, “Electra” y “El abuelo”, entre otras obras.

Espoleado por un fervor galdosiano y por su inquietud como médico, el médico terorense, Pedro Peña Quintana, buceó en los archivos madrileños para conocer los problemas de salud que padeció el novelista y que finalmente le llevaron a la tumba. Su joya documental es una copia del certificado original de defunción de don Benito, expedido en enero de 1920. El último tramo de su vida estuvo marcado por las dificultades económicas y los problemas de salud.

El 4 de enero de 2003 LA PROVINCIA-Diario de Las Palmas publicó las impresiones del doctor Peña tras la lectura del certificado de defunción de Benito Pérez Galdós, del que aportó una copia que fue reproducida en el mismo reportaje, como bien puede apreciar el lector en el PDF que se ofrece al  pie de este texto.

Benito Pérez Galdós nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843. Era el décimo hijo de un coronel del Ejército. Fue un niño  interesado por la pintura, la música y los libros. Recibió una educación severa y religiosa. No obstante, desde muy joven se decantó por el liberalismo. Era un progresista anticlerical. Cursó el bachillerato en Las Palmas de Gran Canaria, y en 1867 se trasladó a Madrid para estudiar Derecho, aunque no concluyó la carrera.
En la capital de España se interesó por el krausismo de Francisco Giner de los Ríos. En 1868 viajó a París, lo que le permitió descubrir a los grandes novelistas franceses. A su regreso tradujo a Dickens, escribió teatro y, por fin, en 1870, su primera novela: “La Fontana de oro”. Trabajó como columnista para La Nación y empezó la redacción de los Episodios Nacionales. Veinte novelas enlazadas por las aventuras  de su personaje.

De 1886 a 1890 fue diputado por el partido de Sagasta. Durante este período escribió novelas como “Doña Perfecta (1876). Con la publicación de “La desheredada” se adscribe a la corriente naturalista, destacando con “Fortunata y Jacinta”, “Miau” y “Tristana”.

Es archiconocida la relación íntima que mantuvo con otra figura literaria de aquel tiempo,   Emilia Pardo Bazán. Nunca se casó pero tuvo una hija en 1891 con Elena Cobián.


*Publicado en La Provincia el 4 de enero de 2003.