De ascendencia guiense, se jubila tras medio siglo como docente e inicia otra etapa con su intervención en el Instituto de las Artes de San Francisco

Se considera un privilegiado por haber estudiado con Francisco Ayala, Carmen Aldecoa, Ernesto Da Cal y Dámaso Alonso, entre otros notables

Amado Moreno

Eugenio Suárez-Galbán Guerra, profesor de Literatura, doctorado en Filología Románica por la universidad de Nueva York, ciudad en la que nació en 1939, y de ascendencia guiense, acaba de jubilarse en Madrid, después de más de medio siglo en la docencia, actividad que ha compatibilizado con la investigación y publicación de novelas. Su producción literaria revela preferencia por el estudio de El Quijote. No en vano fue designado “Quijote del Año” (1988) por la Sociedad Cervantina de Esquivias (Toledo), lugar de nacimiento de Catalina de Salazar y Palacios, esposa de Cervantes, y en cuya casa éste escribió diversos capítulos de su universal novela.

Distinguido como Hijo adoptivo de Guía y vinculado afectivamente a Gáldar tras donar su familia un cuadro de Antonio Padrón al museo de éste, Eugenio Suárez-Galbán también ha mostrado a lo largo de su trayectoria un interés y conocimientos sobre la historia de España, Cuba y Estados Unidos desde 1898 a los turbulentos años 30 del siglo pasado como demuestra en su obra “Donde posan su sombra las estrellas”, editorial Kailas.

En 1982 obtuvo el Premio Sésamo con “Balada de la guerra hermosa”
Confiesa que la jubilación docente le facilitará a partir de ahora una mayor entrega a otras facetas ligadas igualmente a la Literatura, a través de conferencias y nuevas publicaciones, incluidas sus Memorias pendientes, en las que desvelará aspectos inéditos de las vivencias con su familia guíense que emigró en la segunda mitad del siglo XIX a La Habana y después a Estados Unidos. Su abuelo paterno Luis Suárez-Galbán Guerra sería el primer gobernador del Banco Nacional de Cuba.

Recuerda que su ancestro dejó la presidencia de la entidad financiera cubana “al comprobar que los beneficios del Banco Nacional en vez de ser repartidos para la gente eran distraídos, sin embargo, para prácticas económicas salvajes”.

La jubilación le cierra una puerta y le abre otras con no menos alicientes: “El mismo día que tomé la decisión del adiós a la docencia, me llamó un ex alumno madrileño para hacerme una de esas ofertas que el personaje de “El Padrino” diría son de las que no se pueden resistir.

Se trata del Instituto de las Artes de San Francisco, del que siempre he oído cosas muy buenas. La pasada semana le impartí la primera conferencia (online, claro). Fue una gozada la reacción de los alumnos. La mayoría entre 30 y 50 años, todos de postgrado, que, bajo la dirección de Christopher Coppola, sobrino del oscarizado y gran cineasta americano Francis Ford, están trabajando en una película sobre Don Quijote, figura que centró mi disertación. Todos se especializan en cine, y, de hecho, hubo algunos hasta del Instituto Fílmico de Moscú.

Tenía yo que hablar 45 minutos, y terminé extendiéndome hasta dos horas y media por las preguntas y comentarios que hicieron con un entusiasmo y motivación verdaderamente extraordinarios”.

Radicado en Madrid desde 1975, aunque viaja anualmente a Nueva York y Florida, donde residen sus dos hijas, Laura y Margarita, conserva la doble nacionalidad estadounidense y española. Ha ejercido como profesor de Literatura Española, Latinoamericana, Comparada y Norteamericana en universidades americanas con sedes en la capital española como las de Duke, Syrakuse, San Luis y Sulffolk. Durante los últimos años ha desarrollado su labor para la Universidad de Nueva York, Hamilton College y Madrid Colegio de Estudios Internacionales.

En su nueva etapa, tras la jubilación profesional, admite que se mantiene expectante y preocupado doblemente. Por la pandemia que golpea a nivel global y por el desenlace de las próximas elecciones norteamericanas con Trump y Biden aspirantes a la Casa Blanca.

Aporta alguna anécdota que no le induce al optimismo por las restricciones a las libertades educativas durante la era Trump en universidades de EE.UU. Constata erosiones en la calidad del sistema y para el ejercicio del docente vocacional: “Ha hecho triunfar la ley del silencio con la presión de lo políticamente ¨correcto¨ que ya ni sabes cómo dirigirte a los alumnos. Al punto de que hay profesores, especialmente los jóvenes, que no se atreven a hablar, no sea que los denuncien”.

Ilustra el juicio negativo al respecto con una experiencia personal en el aula: “En una lección de historia sobre nuestra Guerra Civil aludí a la España cainita -cuenta-.

Más de la mitad no sabía qué significa cainita. Expliqué quién era Caín y añadí que aunque no fueran creyentes, les convenía leer la Biblia, pues la cultura occidental está ahí en muchas partes. Resultado de mi sugerencia: un alumno en la evaluación de la clase escribió que el profesor Galbán exigía que leyeran la Biblia, o sea, que yo estaba indoctrinando. Menos mal que otros lo desmintieron”.

Pese a decepciones como la aludida, describe un balance positivo de sus largos años en la enseñanza universitaria, y se considera un privilegiado por haber estudiado con Francisco Ayala, Carmen Aldecoa, Ernesto Da Cal y Dámaso Alonso, entre otros.

La pandemia del coronavirus que azota especialmente Madrid estos días concentra aún más en su domicilio a Eugenio Suárez-Galbán. Aprovecha tal situación que le condena al aislamiento para volcarse en su nueva novela de la que lleva ya escritas cuatrocientas páginas. Al tiempo que abriga la esperanza de retornar en fecha no lejana a Canarias, en compañía de su esposa Carmen Ana Sierra, para reencontrarse con sus muchos amigos y parientes. Aunque tendrá que esperar prudentemente a que la nueva normalidad lo aconseje.


*Publicado en el diario La Provincia el 4 de octubre de 2020

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