En el cincuenta aniversario de su muerte, Guía le homenajea con la biografía escrita por Sergio Aguiar y prólogo de Elena Santiago Páez, hija del personaje
Menéndez Pidal, del que fue discípulo, consideró “tan agotadora y laboriosa” la tarea del erudito guiense que la calificaría de “benedictina”
Amado Moreno
Ni Ramón Menéndez Pidal, ni Agustín Millares Carló, ni Antonio Rumeu de Armas escatimaron elogios para la labor investigadora como historiador, bibliotecario y archivista, desarrollada a lo largo de su vida por Miguel Santiago Rodríguez (Guía de Gran Canaria, 1905-Madrid, 1972), objeto de un homenaje este jueves en su ciudad natal, coincidiendo con el cincuenta aniversario de su muerte. La biblioteca local lleva su nombre, así como un colegio público de la misma ciudad, en reconocimiento a sus esfuerzos educativos y culturales por su patria de origen.
Tras su fallecimiento un 31 de diciembre de 1972, Rumeu glosó su figura y trabajo con expresiones acuñadas anteriormente por Ramón Menéndez Pidal, del que fue discípulo el propio Miguel Santiago. Para ambos historiadores, la ardua tarea de éste había sido “tan agotadora y laboriosa” que merecía ser calificada de “benedictina”.
El fundador de la escuela filológica española, perteneciente a la denominada Generación del 98, había subrayado singularmente del biografiado hoy “su pasión por la historia de la tierra nativa, de manifiesto en su notable ´Biblioteca Canaria´, donde acaso lo más valioso sea la serie interminable de manuscritos y documentos copiados personalmente por Miguel Santiago o bajo su dirección y acotación previa”. Añadía que la historia española, y en particular la de Canarias, está en deuda de gratitud con él y que “su esfuerzo y diligencia merecen toda clase de elogios y plácemes”
Estos testimonios, así como otros múltiples detalles de la trayectoria personal y profesional del ilustre guiense, son recogidos en una exhaustiva biografía escrita por Sergio Aguiar a propuesta de la concejalía de Cultura, regida por Sibisse Sosa Guerra. El volumen con más de 400 páginas, abundante material gráfico y editado por Edigeca, y el título “Miguel Santiago Rodríguez, pasión por la historia de Canarias”, será presentado a las 20:00 horas en el teatro Hespérides guíense, con la intervención, además del autor del libro, también de Elena María Santiago Páez, prologuista de la obra, hija de Miguel Santiago, bibliotecaria y doctora en Historia del Arte por la universidad Complutense. Previamente será inaugurada una exposición urbana y alusiva al historiador, en el Parque de las Huertas.
“Fue un gran hombre que intentó disimularlo toda su vida”, escribe ella con admiración de su padre. Destaca que fue grande en generosidad con sus conocimientos “que compartía sin pedir nada a cambio”. Un trabajador incansable que se levantaba a las seis de la mañana y no paraba hasta las ocho de la noche, recuerda.
A su juicio, por encima de todo sería siempre fiel a sus orígenes, a su tierra, las Islas Canarias, y a sus gentes. No en vano, entre sus retos desde el año 1955 figura su vinculación al Anuario de Estudios Atlánticos, del que fue fundador y secretario técnico hasta su fallecimiento, codo con codo junto a Antonio Rumeu de Armas, compatibilizando su quehacer en el Archivo General y Biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores, de los que era responsable.
En 1930 había obtenido el Premio Extraordinario en la licenciatura de Filosofía y Letras de la Facultad de la Universidad Central (hoy Complutense). Entre sus profesores universitarios contó con Dámaso Alonso y Américo Castro.
Miguel Santiago opositó con éxito en 1931 al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con pruebas “tan difíciles como las de cátedras de Universidad”, puntualiza su hija.
En 1936 su agudo problema de miopía le mantuvo alejado del frente bélico en la Guerra Civil española. La biografía que ahora ve la luz apunta que durante ese periodo quedó ligado a la Cruz Roja en Madrid como donante permanente de sangre, al mismo tiempo que controlaba altas y bajas de los heridos. Promovió además una biblioteca para los enfermos. Destinaría parte de su tiempo incluso a la lectura para algunos pacientes con impedimentos.
Acabada la guerra, Miguel Santiago se incorpora al Ministerio de Asuntos Exteriores, y dedica las tardes a la biblioteca de la Real Academia de Farmacia. Su esposa, Elena Páez Ríos, murciana, a la que conoció durante la formación universitaria de ambos, ingresa en la Biblioteca Nacional.
Tres años más tarde, en 1942, logra culminar lo que es considerada su gran obra: “La piratería, el corso y las invasiones contra las Islas Canarias y sus aguas, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Aportación, ordenación y sistematización cronológica de textos, comentarios e índices”. Son novecientas hojas mecanografiadas, con transcripción de textos de autores españoles y extranjeros sobre la piratería.
En el prólogo de la biografía, Elena María Santiago confiesa que nunca llegó a publicarse, pese a que hubo un compromiso por parte de alguna entidad. No pierde la esperanza de que pueda hacerse “ahora que contamos con nuevas tecnologías que facilitarían la edición”.
Mejor suerte corrió la edición crítica con estudio bibliográfico y notas en torno a la “Descripción histórica y geográfica de las Islas Canarias de Pedro Agustín del Castillo”, en cinco volúmenes con prólogo de Ramón Menéndez Pidal.
De su canariedad hay pruebas sobradas, independientemente de las registradas ya aquí. Al asistir a congresos nacionales o internacionales de biblioteconomía y archivos, se atribuía la representación de Canarias, no la de Madrid. Así sucedió por ejemplo en el Congreso Iberoamericano Filipino de Archivos, Bibliotecas y Propiedad Intelectual, acontecido en 1952 en la capital de España. En este encuentro propugnó que Canarias fuese sede permanente de congresos y actividades relacionadas con la historia Canarias-América.
El fondo documental de Miguel Santiago fue adquirido en 1974 por el Cabildo de Gran Canaria y permanece depositado en la Biblioteca Insular de Gran Canaria.
La biografía documentada por Sergio Aguiar, con presentación del alcalde Pedro M. Rodríguez, y prólogo de Elena María Santiago, coinciden en poner su acento en aquellos valores que Miguel Santiago exaltó con su ejemplo y trabajo. No son otros que los de la cultura como instrumento esencial, imprescindible para el avance de los individuos y la sociedad.
“En la base de todo están los libros”, rubrica la hija del biografiado, inspirada por un padre que perdura no sólo en su memoria, sino igualmente en la de todos aquellos que conocen su rico y vasto legado.
*Publicado en La Provincia el 27 de julio de 2022.
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