Era el gendarme mayor de la canariedad en la tradicional fiesta de Las Marías guiense, con sus compañeros mayordomos

Deja su huella también en la Comunidad de Regantes del norte, en la Plataforma Ciudadana de los Salesianos y en otras actividades locales

Amado Moreno

Pesar y luto en buena parte de la comarca norte tras el fallecimiento, en la madrugada de ayer, de Luis Miguel Arencibia León (Guía, 1945), hijo predilecto de su municipio natal. Entre las muchas actividades que había desarrollado a lo largo de su vida, el ejercicio desde 1979 como presidente de la Asociación de Mayordomos de la fiesta de Las Marías sería lo que le colmó sobradamente durante décadas. 

Cada mes de septiembre la celebración votiva con su arraigada romería y procesión de la Virgen hacía levitar a Luis Miguel Arencibia. El fervor mariano y su orgullosa canariedad –de la que era gendarme mayor- se combinaban y relucían como nunca en su estandarte individual con la efeméride. Desplegaba un derroche de energía y entrega inagotables para conservar rigurosamente viva una tradición a punto de cumplir 210 años.

No ha sido su único compromiso social, aunque quizás sí el de máximo valor personal para él. Tras cursar estudios de Perito y Profesor Mercantil en la Escuela de Comercio de Las Palmas, se integró en la plantilla de la antigua Unelco,  fue administrador de la Comunidad de Regantes del norte, directivo del Casino guiense en diversas etapas, promotor de eventos musicales en su ciudad, y dirigente de una organización juvenil en los años 60 del pasado siglo.

Su inquietud permanente le llevó por último a sumarse a la exitosa plataforma ciudadana que, liderada por Inmaculada González, defendió la recuperación del antiguo colegio Salesiano de Guía para destinarlo en el futuro a residencia sociosanitaria. Un objetivo finalmente alcanzado con un compromiso firme del Cabildo y la Diócesis de Canarias, propietaria ésta del edificio en litigio.

Luis Miguel Arencibia se incorporó a la pugna por esa reivindicación con el entusiasmo proverbial suyo cuando se implicaba en retos sociales. Sus planteamientos eran a menudo de “máster class”. Le distinguía su apuesta por el diálogo, la moderación, el acercamiento de posiciones contrarias, disuadiendo de la confrontación, salvo que fuese necesaria para vencer dificultades caprichosas o injustificadas.

Era de una rocosa fe católica que sostuvo en todo momento. Inquebrantable,  pese a algunas decepciones con un mercader eclesiástico de la plaza Santa Ana capitalina, que ninguneó a la delegación de la plataforma ciudadana de los Salesianos guiense. En una ocasión determinada el jerarca eclesial se negó a recibirla aduciendo que tenía una reunión más importante y “en la que había dinerito”. Aquel desplante afectó anímicamente en especial a Luis Miguel Arencibia, por sus innegables convicciones religiosas, además de ser testigo y víctima del vejatorio trato junto a sus compañeros. Pero lejos de amilanarse después, se reafirmó en seguir adelante con más denuedo para lograr el centro sociosanitario.

Su seriedad, coherencia e integridad le debieron ser inculcadas por sus progenitores, Juan Arencibia Sosa y Carmen León Quintana. Su padre, un maestro ejemplar. No en vano fue director de un centro público y llevaría su nombre otro grupo escolar abierto posteriormente en La Atalaya, principal barrio guiense. Al margen de la docencia, también probó como empresario emprendedor en el sector de la hostelería abriendo en junio de 1966 el “Jucanca”, primer hotel de la ciudad norteña, recurriendo a su familia para la gestión. Quince años más tarde lo transformó en apartamentos.

La próxima edición de la fiesta de Las Marías sin duda echará de menos a Luis Miguel Arencibia. No ha podido cristalizar el sueño que acariciaba hasta hace poco. Mientras convalecía semanas atrás en su casa de San Blas, en Guía, por una operación delicada que había confiado a su amigo Jesús Morera, paisano suyo y neurocirujano de prestigio nacional, me confirmaba por teléfono su esperanza de acudir este año a la tradicional convocatoria mariana. En el instante de la conversación Luis Miguel estaba entretenido ante la TV presenciando un partido de la UD Las Palmas con el Rayo Vallecano. Era su otra gran pasión, el equipo amarillo, jugara como jugara, bien o mal. Deduje al mismo tiempo que estaba lejos de imaginar entonces tan próximo el final de su ciclo vital.

Los que lamentamos hoy su marcha tras largos años de cercanía y amistad, intercambiando inquietudes, hemos de reconocer y coincidir en que, como recitaban maravillosamente Cortez y Cabral, “cuando un amigo se va/queda un terreno baldío/que quiere el tiempo llenar/con las piedras del hastío”.

Comprendemos y compartimos también en estas líneas el desconsuelo de Ricarda Aguilar, profesora y viuda de Luis Miguel Arencibia, así como de sus hijos Luis Fernando y Eliana María, y el resto de la familia. Descanse en paz este personaje ejemplar que hizo del compromiso social un oficio.

*Publicado en La Provincia el 19 de junio de 2021.