El 75 aniversario de la UD Las Palmas pone en valor una trayectoria de triunfos, y también de fracasos superados con el aliento permanente de sus seguidores

García Panasco / LP
García Panasco / LP

Entre los hitos más sobresalientes, un subcampeonato de Liga y un tercer puesto en dos temporadas consecutivas en la década de los años 60, rivalizando con Real Madrid y el Barcelona

García Panasco, como secretario técnico y gerente del club, personaje clave de las mejores etapas del conjunto amarillo

Amado Moreno

Durante los 75 años que culminan en este 2024, la Unión Deportiva Las Palmas se ha convertido, por derecho propio y justamente ganado, en un referente inequívoco y destacado para la sociedad canaria desde su nacimiento, tal día como hoy el 22 de agosto de 1949, tras la fusión de cinco importantes clubes de la época: Real Club Victoria, Marino F.C., C. D. Gran Canaria, Atlético Club y Arenas Club.

Desde entonces fue un emblema con igual trascendencia social que la Virgen del Pino, patrona de Gran Canaria, se atrevió a decir en voz alta un conocido periodista deportivo local en medio de una controversia. Su afirmación no carecía de sólido fundamento. Constantes han sido las pruebas de sentimiento de unidad y lealtad de los seguidores grancanarios en torno al equipo amarillo, en momentos de gloria y en la adversidad de los descensos de categoría, para animarlo a pelear por la vuelta a la División de Honor, su lugar natural, y significarse como otro histórico del fútbol español, gracias también a su preferente política de cantera, aunque olvidada erróneamente en algunos periodos.

García Panasco, con José Aguilar (izquierda) y Cecilio López / LP

García Panasco, con José Aguilar (izquierda) y Cecilio López / LP

Precisamente esa política canterana sin titubeos arrojó el mejor balance deportivo en estos 75 años, durante la segunda mitad de los años 60, luchando por el título de liga con el Real Madrid y Barcelona dos temporadas consecutivas.

Su plantel de figuras abarrotaba todos los estadios con un público ávido por disfrutar del fútbol espectacular, técnica depurada y efectividad goleadora que distinguía su juego de los rivales de turno.

No hubo después otro equipo amarillo y canario igual y de máximo nivel que aquel conformado básicamente, una jornada tras otra, por Oregui o Ulacia, en la portería; Aparicio, Tonono, Martín o Hernández, en defensa; Castellano y Guedes en la medular; León, Gilberto II, José Juán, Germán y Gilberto I en la delantera. Un conjunto plenamente canario con la excepción de los guardametas de origen vasco que habían llegado inicialmente para hacer el servicio militar en Gran Canaria. Luis Molowny, otro canario y exmundialista con España en Brasil en 1950, firmó como entrenador de este equipo, triunfos memorables y posiciones de subcampeón de la Liga y un tercer puesto con la Unión Deportiva Las Palmas. Gran parte de su filosofía táctica como técnico se resumía en una recomendación, sin mayores restricciones, ni jeroglíficos de pizarra como abundan en estos tiempos: “Jueguen como ustedes saben”, decía a sus jugadores. Realmente eran once futbolistas dotados de todas las exigencias físicas y técnicas para el manejo del balón de modo magistral durante noventa minutos, y un equilibrio compensado en todas sus líneas, de manera que Molowny no requería mensajes alambicados para obtener de ellos un espléndido rendimiento.

La propuesta tan simple le había funcionado ya en la categoría de los juveniles a los que hizo campeones de España y luego con el equipo profesional, aupándolo a las más altas cotas de la historia en la tabla de Primera. Años más tarde la fórmula entró en crisis y se agotó provocando su cese y relevo por Rosendo Hernández, canario de La Palma, y que también fue mundialista en Brasil con Alfonso Silva, además de Molowny.

Mérito del técnico palmero en aquel instante complicado fue rescatar a Germán Dévora, cuya extraordinaria valía era cuestionada sistemáticamente por un sector de la afición, hasta el punto de que el jugador meditó una retirada prematura. Rosendo le disuadió de tal pensamiento y potenció su autoestima para que hiciera caso omiso a los pitos o gritos de los de siempre, disconformes con su estilo de juego. “Germán, usted debería preocuparse más cuando el público se muestra indiferente con su juego, y no de los que le increpan. Estos le abuchean quizás porque están seguros de que usted tiene condiciones para rendir el doble” sentenció el circunstancial entrenador, encargado de reflotar a la Unión Deportiva Las Palmas, heredada de Molowny. El antiguo capitán amarillo y máximo goleador de la Unión Deportiva en Primera División le quedaría agradecido hasta hoy a Rosendo Hernández, por lo que considera fue uno de los más sabios consejos que ha recibido en su carrera deportiva. No obstante, sería Heriberto Herrera el entrenador más completo de los muchos con que ha trabajado a lo largo de su carrera, según ha confesado el propio Germán a sus allegados.

Con los mimbres de la Unión Deportiva Las Palmas, subcampeona de Liga, el seleccionador nacional entonces, Eduardo Toba, cimentó la base de España para diversas citas internacionales, alineando hasta seis canarios: Martín Marrero, Tonono, Castellano, Guedes, Germán y el tinerfeño Santos, éste habitual en la famosa delantera de los “cinco magníficos” del Real Zaragoza y que completaban Canario, Marcelino, Villa y Lapetra.

La UD Las Palmas en la temporada 68 / 69

La UD Las Palmas en la temporada 68 / 69

Juan Trujillo Febles era el presidente de aquella U.D., irrepetible hasta hoy, con Jesús García Panasco en la gerencia y secretaria técnica, cuya acertada gestión era tan reconocida que diversos clubes quisieron incorporarlo a su organigrama. Uno de ellos, el Valencia tras el fallecimiento de Vicente Peris.

“Chucho”, como era tuteado Jesús García Panasco por sus amigos, mereció más respeto que afectos de los jugadores. Sólo permitía el acceso a su despacho de la planta alta en la sede de Pío XII, a Guedes, Tonono y, más tarde, a Germán. También, con anterioridad, al inolvidable Ernesto Aparicio.

Hay coincidencia en los supervivientes actuales a la hora de señalar a Guedes como el más resolutivo y valiente en exigir a la directiva la desaparición de agravios o demoras retributivas que padecían sus compañeros. Lograba casi siempre vencer la resistencia de Panasco a meter la mano en la caja para corregir la situación.

El celo profesional de este gerente, que fue clave para el diseño de aquel gran equipo amarillo, era excesivamente vigilante en extremo, independiente de su ojo clínico y visión de futuro para pescar en el rico vivero de la cantera tinerfeña, contratando a José Juan, Martín Marrero, Justo Gilberto, Felipe, Jorge, etc. Visión sin frontera que alcanzó a Argentina para que arribaran Soto, Fernández, Verde, Wolff, Carnevali, Brindisi y Morete, entre otros. Estos últimos favorecidos en parte por los contactos y agenda de Antonio Betancort, tras su paso airoso por las porterías del Depor, Real Madrid y la U.D. Las Palmas, donde colgó los guantes y se incorporó seguidamente al staff de confianza de la gerencia.

El perfil de Panasco presenta por otro lado algún comportamiento que hoy puede parecer pintoresco. En los hoteles de concentración no era extraño verle alguna vez transitando en bata y pijama a altas horas de la noche por la planta en que estaban alojados los jugadores. El abanico del ocio nocturno entonces, amplio y variado por la proliferación de teatros de todo tipo, cines, discotecas y cabarets, no dejaba de constituir una fuerte tentación para la posible escapada de unos jóvenes deportistas concentrados la víspera de un compromiso.

Y en la mañana del día siguiente, domingo, desde el mismo hotel toda la expedición de la U.D., trajeada con chaqueta azul marino y pantalón gris, se dirigía a la iglesia más cercana, la de Begoña de los Carmelitas en el caso de Gijón, para escuchar la misa de precepto, previamente al almuerzo y al partido vespertino en El Molinón, situado a pocos kilómetros del hotel Hernán Cortés, tradicional alojamiento suyo en la ciudad asturiana.

Entrenadores como el francés Pierre Sinibaldi, de exquisita educación y elegancia, se adaptaban a este singular hábito religioso. El técnico galo, que cumplió dignamente cuatro temporadas con la Unión Deportiva en Primera, se caracterizó por introducir y aferrarse al sistema táctico del 4 – 2 – 4 y poner en práctica el marcaje defensivo por zona, no individual. La innovación levantó dudas dentro y fuera del terreno de juego pero acabó asimilándose con un resultado global no decepcionante al final de cada temporada, sellando la permanencia en Primera División. Batió en su tiempo el récord de entrenador que más partidos había dirigido a la U.D Las Palmas, 166 sumando la Liga, la Copa del Rey y la copa de la UEFA.

Otro detalle aportado por este ex entrenador de un exitoso Anderlecht belga, sería personarse dos horas antes en los escenarios del partido. Antelación sobrada que le permitía impartir con calma en el vestuario las últimas instrucciones a sus jugadores, además de precalentar y ejercitarse con balón en la hierba del estadio, minutos antes y delante del público que les aguardaba. Fue un pionero de esta iniciativa en el fútbol español. Tiempo después todos la emularían.

Nadie duda que en estos años de andadura de la U.D. Las Palmas en diversas categorías -por suerte, esfuerzo y gestión hoy sigue en Primera División-, el fútbol ha sido desigual. Unos defienden que ha evolucionado en lo físico y en lo técnico. Otros, por el contrario, entienden que ha involucionado con sus patentes déficits en velocidad, verticalidad y otras virtudes.

Pero aún aceptando ambas visiones diferentes, no es menos cierto que los colores, en este caso el amarillo y azul, con el escudo de la U.D., siguen despertando la misma pasión y adhesión hoy, fecha del 75 aniversario del nacimiento del club grancanario.

*Publicado en La Provincia el 22 de agosto de 2024.

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