Asomada al Mediterráneo, Cartagena enfrenta el siglo XXI con orgullo de su pasado histórico

El Museo Nacional de Arqueología Subacuática y el Naval, junto al  Teatro Romano, suman una oferta cultural impactante

Los tesoros de la fragata Mercedes sobresalen en la exposición museística permanente de un recinto arquitectónico de modernidad acogedora y pedagogía impecable

Amado Moreno

Con una población ligeramente superior a los 200.000 habitantes, Cartagena,  donde la UD Las Palmas se juega hoy su ascenso directo a Primera División,  es una urbe asomada al Mediterráneo sin temor a los desafíos del siglo XXI, sin dar la espalda a su legendario pasado histórico y con orgullo justificado. No en vano fue fundada  alrededor del año 227 a.C. por Asdrúbal con el nombre púnico de Qart Hadast. Los romanos lo cambian  dieciocho después, en el 209 a.C. para llamarla Carthago Nova.

Su máximo esplendor se produce con la dominación romana iniciada al mando de Publio Cornelio Escipión. Dejaron su huella arqueológica principalmente en el teatro que data del siglo I, cuyo descubrimiento hubo de esperar a 1987.

Después de los romanos la ocuparían en siglos siguientes los bizantinos, visigodos y árabes. Finalmente fue reconquistada por Alfonso X el Sabio en 1245. Otro rey, Felipe II, decidió en 1576 transformar la ciudad en plaza de Armas, encargando la fortificación a Juan Bautista Antonelli.

Dos monarcas más pusieron sus ojos en Cartagena con distinta fortuna y motivo. Amadeo de Saboya la eligió para desembarcar en 1870 procedente de Italia  y entrar para sentarse en el trono de España. Y Alfonso XIII emprendió el camino del exilio zarpando del mismo puerto en 1931.

No menos dramática sería otra salida. La de los judíos expulsados de España, emprendida desde el mismo enclave marítimo muchos años antes, en el siglo XV, por decisión de los Reyes Católicos. En su muy ancho devenir histórico y milenario a Cartagena tampoco le han faltado sucesos de perplejidad como su fracasado levantamiento cantonal en 1873.

CIUDAD DINÁMICA Y ABIERTA

Hoy, una cuidada gestión innovadora  de su rico patrimonio cultural y arqueológico parecen haber inyectado nuevos bríos a las instituciones públicas y a los agentes sociales de Cartagena, de modo que se traduce con la pujanza de su Universidad Politécnica en un creciente dinamismo del comercio y el sector servicios especialmente en la restauración y hostelería. Aumenta la atracción para turistas  que arriban por tierra, por mar o por aire, beneficiándose de la moderna infraestructura aeroportuaria de Murcia, con la que la compañía canaria Binter mantiene tres conexiones semanales.

La vías arteriales del Carmen y Mayor que cruzan la ciudad en dirección al Ayuntamiento, a la vieja muralla, a la bahía y su paseo, aparecen flanqueadas por nobles, originales y bellos edificios, además de multitud de establecimientos que rivalizan con propuestas de calidad, no inferiores a una capital de provincia. Ambas calles, de perenne trasiego y bullicio humano, son  también la mejor senda peatonal para alcanzar tres lugares ineludibles y emblemáticos del núcleo urbano: el Teatro Romano, el Museo Nacional de Arqueología Subacuática y el Museo Naval.

Pero antes de llegar a ellos procede detener la atención en un rasgo sentimental de esa misma ruta para los cartageneros. Entre los recuerdos que la ciudad ha inmortalizado con gratitud se incluye al personaje  Miguel de Cervantes por su presencia en dos ocasiones, en 1568 y 1571. Ambas estancias sirvieron al autor del Quijote para citar o aludir a Cartagena y su puerto   en algunos de sus escritos.

Tercetos encadenados de su poema “Viaje al Parnaso” se exhiben en un mural de azulejería próximo al puerto y frente a la monumental sede del Ayuntamiento. “Con esto, poco a poco, llegué al puerto/ a quien los de Cartago dieron nombre/ cerrado a todos vientos y encubierto/ y a cuyo claro y singular renombre/ se prestan cuantos puertos el mar baña/ descubre el sol y ha navegado el hombre”, reza en la pared con la firma cervantina.

ESTILO RAFAEL MONEO

No lejos de este punto, por unas callejuelas empinadas el visitante puede perderse complacido para irrumpir seguidamente en el imponente Teatro Romano, cuya recuperación fue confiada en su momento al talento del arquitecto Rafael Moneo.

El Museo Nacional de Arqueología Subacuática, ubicado a menos de quinientos metros, es otra alhaja patrimonial de Cartagena. Las 600.000 monedas de oro y plata, además de otros objetos de la fragata “Mercedes”, sobresalen en la exposición permanente en un recinto arquitectónico de modernidad acogedora y pedagogía impecable, diseño de Guillermo Vázquez Consuegra, Premio Nacional de Arquitectura.

El tesoro de La Mercedes  fue recuperado por España en 2012 tras un arduo litigio en EEUU contra la empresa Odissey Marine Exploration, que lo había expoliado de la fragata española, hundida en las profundidades marinas a causa de un ataque de los navíos ingleses en octubre de 1804, cerca del Cabo Santa María, cuando regresaba con un cargamento de oro, plata y telas de vicuña, procedente de Perú. El hecho inspiró a Alejandro Amenábar una exitosa serie televisiva años atrás.

El Museo Naval está emplazado poco más allá, en el Paseo Alfonso XII, y cara al mar. Digno igualmente de una incursión para admirar, entre otros detalles de interés, el legado del teniente de Navío, Isaac Peral, español universal por su invención del submarino torpedero. Su ciudad natal le homenajeó por último en enero de 2022 abriendo una nueva sala en este mismo espacio, con múltiples objetos personales suyos que lucen en la reproducción original de su despacho de trabajo.

 La escala final en este centro puede ser la rúbrica cultural a una grata estancia o paso del visitante por Cartagena, no incompatible con la concurrencia luego  a uno de sus numerosos restaurantes para probar sus exquisiteces gastronómicas regadas con  vino de Jumilla, y despedir con un “hasta pronto” esta ciudad que se esfuerza en combinar antigüedad y modernidad. Lo está consiguiendo.

*Publicado en La Provincia el 20 de mayo de 2023.

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