Fernando León y Castillo
Fernando León y Castillo

*Falangistas, liberales, socialistas y comunistas, pagados todos por Matías Vega Guerra, integraban  “Diario de Las Palmas” en la década final de la dictadura

*En los años 50 y parte de los 60 del siglo pasado fue líder en venta de ejemplares, pese a su salida vespertina

*Ha sido una cantera  de  periodistas y maestros del oficio que dejaron su sello con primicias y reportajes de portada

*José Ferrera Jiménez accedió al camarote de Neruda cuando hizo escala en Las Palmas durante su viaje a Europa

*Diario de Las Palmas entrevistó al nazi Otto Skorzeny,  liberador de  Mussolini, tras localizarlo en la capital grancanaria

*Periodista todoterreno, Luis García Jiménez charló en el Puerto de La Luz con Gloria Swanson y Paul Newman, figuras de  Hollywood

*Las viñetas de Eduardo Millares, “Cho Juáa”, eran un reclamo de los lectores por su humor canario con el dibujo

Amado Moreno

Un clásico sentenció  que “la nostalgia envasada no siempre es una queja amarga, también puede ser un delicioso aroma”. Cobra plenamente sentido al celebrar  la efeméride del 130 aniversario de Diario de Las Palmas, periódico vespertino de tendencia liberal inculcada en su origen por el fundador Fernando León y Castillo. Un espíritu  que ha prevalecido tras la fusión con el matutino y hermano LA PROVINCIA en el arranque del siglo XXI (año 2000).

La mirada hacia atrás en el intento de rescatar recuerdos de una cabecera, que fue y sigue siendo referente de la Comunicación en Canarias, provoca inevitablemente nostalgia. También orgullo.    Era un periodismo de masa madre, como el sello de calidad del pan saludable que hoy se demanda de los prestigiosos obradores. Periodismo de corazón y nervio. Periodismo vivo, a pie de calle. Pese al corsé y los filtros censores de la dictadura.  Las difusiones y ventas de ejemplares se disparaban a cotas nunca soñadas.  En la  década de los 50 y primera mitad de los 60 del siglo XX alcanzó posiciones de liderazgo. La exitosa consolidación  y sus beneficios económicos servirían a la postre a Prensa Canaria para alentar e impulsar en 1966 la reaparición matinal de LA PROVINCIA en el mercado editorial, acaparado hasta entonces en esa franja horaria por El Eco de Canarias, vinculado al denominado Movimiento del régimen gobernante.  El apoyo de Diario de Las Palmas se reforzaría durante un tiempo insertando en sus páginas una viñeta en la que podía apreciarse un ejecutivo con corbata  y un periódico desplegado, mas  una sugerencia : “Lea usted también LA PROVINCIA”. Tres años más tarde de su vuelta a los quioscos, el nuevo matutino empezó a tomar velocidad de crucero con su creciente cifra de seguidores, al contrario que el vespertino,  con  síntomas de  estancamiento y caída de las ventas. La irrupción de la Televisión marcó la lenta y progresiva decadencia de todos los periódicos de tarde.

En su  fase de esplendor, los anunciantes se agolpaban y hacían cola en los mostradores de la Administración. Los vendedores ambulantes pregonaban las noticias de la portada en calles y playas. ¡Qué tiempos aquellos! Cuando los barrancos de las islas corrían con agua de banda a banda en inviernos casi siempre lluviosos: los Guiniguada, Guayadeque, Ayagaures, La Aldea, Mogán, Azuaje, Agaete, Gáldar, etc. Cuando la divertida y verbenera  orquesta Mejías o la  muy popular de Agaete hacían acto de presencia en las gradas del Estadio Insular (¡verdadero teatro de los sueños futbolísticos!) para animar a la UD Las Palmas en partidos cruciales. La penetración e influencia de la tinta y el papel impreso de la cabecera periodística en la sociedad eran colosales. Décadas después se ha demostrado que el ciclo del periodismo pujante en todas sus dimensiones, tal como se conocía y se fundía con el plomo (una de sus materias primas elemental), ha sido irrepetible.

El periodismo de masa madre de sus actores tenía un timbre de identidad: la frescura informativa combinada con la autenticidad que generaba el testimonio directo y personal del informador, a menudo in situ donde se registraba el hecho. El calor humano que dominaba las sucesivas Redacciones alrededor de un café durante una pausa, o bien en torno a un potaje de berros en un bochinche  de las medianías, enriquecía los prismas de la realidad cotidiana para trasladarla matizada a la opinión pública. El contraste de pareceres en aquellas tertulias inolvidables favorecía un periodismo de  proximidad a la gente.

Era como un “a Dios rogando y con el mazo dando”.  La exclusiva de una noticia, una entrevista o un reportaje se convertían en una obsesión febril, motivados por llegar antes que nadie. La informática y las nuevas tecnologías, significando todo el progreso innegable y los resultados consiguientes, aparenta a veces haber arrasado en cierta medida con gran parte del romanticismo y la fibra propios del oficio en la época que otros vivieron antes.

Nunca resultó fácil planificar un periódico de tarde y resolver su portada cada día para ofrecer un contenido distinto a la prensa de la mañana. Obligaba a un  esfuerzo creativo superior para no parecer una segunda edición de aquella competencia. Independientemente de recurrir a los reportajes de producción local –no de agencias-, procuraba salvar sus portadas con  lo que sucediera de madrugada o durante la mañana. A las dos de la tarde habría de arrancar  la rotativa para imprimir  y enviar después la mercancía de papel  a los quioscos.

 Muy a pesar de todos, los años de plomo del terrorismo etarra  en los 70 y 80  despejarían las dudas sobre la primera página, para  decidir el título principal.  Los atentados acontecían habitualmente a primera hora de la mañana. El asesinato en Madrid del presidente del Gobierno, Carrero Blanco, el 20 de diciembre de 1973, ocurrido después de las nueve de la mañana (hora canaria) fue el más sonado por las profundas consecuencias políticas para la decadencia de la dictadura. Precisamente este mes se cumple medio siglo del magnicidio. El suceso generó sentimientos dispares sin mucho disimulo entre los miembros de  la Redacción de Diario de Las Palmas. Era patente la consternación de los más conservadores, en contraste con el júbilo autocontrolado de los que ansiaban un cambio y el final del régimen franquista. Entre éstos hubo dos compañeros que se escaparon  unos minutos  aquella mañana al cercano  parque de San Telmo para celebrar el atentado  pidiendo unos helados. Ambos “fugados”  hicieron carrera política años más tarde en las filas de un partido político de izquierda. La retirada de España del Sahara y las tensiones precedentes con Marruecos y el Frente Polisario alimentaron también muchas portadas, mientras se agravaba la crisis política nacional.

MAESTROS DEL OFICIO

Mi balance individual de cuatro décadas en la plantilla de Diario de Las Palmas, incluyendo nueve años de su fusión con LA PROVINCIA (1969-2009), ofrece satisfacciones  y sinsabores, aunque más de las primeras en esta viña del Señor.  Los compañeros de travesía fueron decisivos  con su experiencia  y atinados consejos. Me allanaron el camino de tal modo que nos permite trazar ahora un resumen que se me antoja positivo. No puedo negar mi fortuna trabajando a las órdenes de directores que eran maestros de la profesión. Cada uno de ellos con su perfil singular. Andrés Ruiz Delgado trabajaba con rigor y caballerosidad; Pablo Hernández Montesdeoca representaba la pulcritud con la sintaxis y el gusto estético; Nacho Jiménez Mesa, olfato y visión periodística excepcionales para todo acontecimiento informativo; José Henríquez Núñez-Ojeda, sensibilidad y laboriosidad; Amado José El-Mir Sánchez, además de aleccionar  a los recién llegados con la aplicación del “sujeto, verbo y predicado”, revolucionó y modernizó el diseño en profundidad; Santiago Betancort Brito era ejemplo de una entrega sin reservas hasta el momento de la impresión, atento y vigilante las veinticuatro horas. Sería el último director de Diario de Las Palmas antes de la fusión  con LA PROVINCIA en el año 2000. La integración fue un delicado proceso laboral y tecnológico auspiciado por el presidente Javier Moll de Miguel, y ejecutado con pragmatismo y sin sobresaltos por el consejero- delegado Guillermo García-Alcalde, aunque requirió la amarga decisión de prescindir de leales y eficientes colaboradores para evitar duplicidad inviable de funciones. En la nueva situación seguí aprendiendo de Diego Talavera Alemán, Julio Puente y Ángel Tristán Pimienta, periodistas y compañeros que se sucedieron en la dirección hasta 2009.

PLANTEL VARIOPINTO  

Imposible olvidar la primera vez que pisas una Redacción para cumplir con un sueño vocacional.  La del Diario en 1968 estaba ubicada en la primera planta del edificio de la calle Murga, 21. Contigua a la del periódico LA PROVINCIA, por la pertenencia de ambas cabeceras a Editorial Prensa Canaria, presidida por Matías Vega Guerra, abogado y político de talante liberal,  que gozaba de la confianza del régimen de Franco.

 El director de Diario de Las Palmas que me abrió la puerta, Andrés Ruiz Delgado, era de estilo sobrio, azoriniano en lo periodístico, equilibrado a la hora de juzgar con su firma asuntos de interés local. De exquisita educación, se dirigía a todos con el tratamiento de “usted”, indiferente a la categoría jerárquica en la Redacción, Taller o Administración. En la relación personal o laboral no defraudaba  como  “hombre de palabra”,  valor que  cotizaba al alza en la sociedad, bastante más que hoy.

Su brazo derecho, Antonio Márquez, redactor-jefe, originario de Granada, volvió a su ciudad natal unos dos años más tarde,  llamado por “El Ideal”, emblemática publicación granadina. Personaje simpático, culto, con dominio  de la mecánica de trabajo. Mandaba con agilidad y reflejos,  acompañando a menudo sus órdenes con unos “tacos” que difícilmente sonaban mal y no producían rechazo en quien los recibía, quizás por su extremo acento andaluz.

El otro jefe, Luis García Jiménez, fue elevado después a la subdirección.  Uno de los  reporteros más sobresaliente de la época. Firmante de  textos reconocibles para la historia, como la escala en Gando del derrocado presidente venezolano Marcos Pérez Jiménez, camino de Madrid, tras abandonar su país, que había gobernado de 1952 a 1958. También abordó en Gran Canaria al mariscal Montgomery,  figura británica relevante en la II Guerra Mundial al mando de las tropas aliadas en el Norte de África, y luego en la Italia ocupada por el ejército alemán.

Todoterreno del oficio,   Luis García Jiménez anotó  una colección de exclusivas. A las anteriores cabe añadir las conseguidas  con el emperador etíope Haile Selassie, de paso por Gran Canaria para una cumbre de la ONU en Nueva York, con el presidente senegalés Leopold Shengor,  con la actriz Gloria Swanson (“Crepúsculo de los dioses”) y el actor Paul Newman (“La ciudad frente a mi”), primeras celebridades de Hollywood entonces,  cuando ambos hicieron escala en el puerto de la Luz con el crucero “Leonardo da Vinci” en su travesía de Europa a Estados Unidos.

Luis García Jiménez causó sensación informativa de alcance nacional e internacional al descubrir en febrero de 1965 al antiguo oficial nazi Otto Skorzeny en un hotel de la capital grancanaria. Le arrancó unas amplias declaraciones para Diario de Las Palmas al personaje, que siguiendo una orden de Hitler había sido protagonista de la liberación de Benito Mussolini en el Gran Sasso alpino, durante la denominada Operación Roble llevada a cabo en septiembre de 1943 por un comando de la Wehrmacht alemana.

Su capacidad de producción y organización como redactor jefe resultaría llamativa. También su formación, que abarcaba el dominio del idioma inglés y la taquigrafía. Se personaba temprano en su despacho con la prensa internacional del día anterior ya revisada, además de la nacional, debajo del brazo. Elaboraba  a diario cuatro columnas de opinión con su firma, repartidas en las secciones de Internacional, Nacional, Local y Deportes. A la vez se ocupaba de la portada con diseño de  Fernando Ramírez, y la supervisión del director.

En aquella primera Redacción, envuelta en una atmósfera de humo de cigarrillos y el ruido de las máquinas de escribir aporreadas por los usuarios escupiendo folios de textos con las noticias del día,  coincidimos con Pedro Perdomo Azopardo, al cuidado de la información Nacional e Internacional que vomitaban los teletipos en una sala anexa.  Amante de la poesía y la novela, escribió  “La Italia roja y negra”, ambientada en los años de Mussolini. Hijo del poeta Pedro Perdomo Acedo, que había sido director de Diario de Las Palmas  años antes.

 Pepe Ferrera Jiménez, responsable de la  sección portuaria, ocupaba la mesa más próxima. Periodista inquieto y honesto, dio un campanazo con su entrevista en exclusiva a Pablo Neruda al tocar previamente en la puerta de uno de los camarotes del trasatlántico francés “Louis Lumière” durante su parada en el puerto de La Luz en 1960, cuando trasladaba al escritor chileno de Buenos Aires a Europa con el resto del pasaje. El autor chileno le rememoró su estancia en España en los años 30, antes de estallar la Guerra Civil, y sus vivencias con Federico García Lorca, Miguel Hernández y José Bergamín.

Notables eran asimismo  los demás componentes de aquel equipo de Diario de Las Palmas en 1969. Fernando Díaz Cutillas,  figura bondadosa y extraordinariamente vitalista, jefe de la sección de Deportes,  cuya “Chismografía Leve” diaria en Local constituía a veces una pesadilla para él por ausencia de temas de interés, o bien por las consecuencias de una noche de tenderete. Nada extraño. Todos disfrutábamos entonces de una capital grancanaria verdaderamente seductora. Presentaba un semillero  de salas de cine, diversión y  música en vivo, con actuaciones de artistas y grupos canarios, o sudamericanos de paso como Jorge Cafrune y  Alberto Cortez. Con el devenir del tiempo, esos ratos de merecida evasión folclórica y musical inspirarían a Fernando el nombre de Tenderete para su programa televisivo, icono de la más acertada promoción de cantos canarios con timple y guitarras en TVE. Un espacio que él simultaneaba con el deportivo en el medio audiovisual, alternando con Pascual Calabuig.

En la nómina de Diario de Las Palmas de la década referida también estaba  Alfredo Herrera Piqué. Sus querencias eran la Arquitectura y el Urbanismo, disciplinas en las que acreditaba estudio y autoridad académica. Después sería director de la revista “Aguayro”, editada por la Caja de Ahorros, y senador del PSOE por Gran Canaria.

Figura incomparable del periodismo canario se consideraba a  Oscar Falcón Ceballos. Entre sus especialidades, su depurada artesanía documental  en los  obituarios. Muchos elaborados antes del fallecimiento del personaje para su posterior publicación. No en vano contaba con un valioso colaborador y confidente, su amigo Néstor Álamo,  cuya pluma aparecía regularmente en el vespertino. Desde su taller de antigüedades en la calle Peregrina alertaba a Oscar cuando iba camino de apagarse la vida de alguien con relevancia social.  Néstor, ya cronista oficial de Gran Canaria, permanecía al corriente de la trayectoria y milagros de la burguesía arraigada en Vegueta.

Otro miembro de aquella Redacción en los años 60 del pasado siglo fue Antonio Ojeda Frías. No resistió la tentación de buscar nuevo horizonte en Madrid. Sería redactor jefe del semanario “Cambio 16”, y después guionista de Antena 3 TV, medios que ratificaron su solvencia. Del mismo grupo y época del Diario formó parte José Carlos Mauricio, antes de desembarcar por completo y abiertamente en la política, donde se desenvolvía ya con el clandestino Partido Comunista. Sus artículos  apuntaban una evidente propensión al enfoque de la precaria realidad canaria,  agudizada con  los problemas de vivienda y la sangrante sobreexplotación de los aparceros por los terratenientes. Visualizado por el radar de la Brigada Política Social (BPS) de la dictadura, los agentes no tardaron en intervenirle propaganda comunista para ser detenido y  abortar temporalmente su ejercicio de la profesión.

Su padre, José Mauricio, especializado en temas agrícolas, fue  durante décadas un colaborador asiduo del mismo periódico, hasta su fallecimiento. Tuvo una larga y célebre etapa de combate con la gestión de José Naranjo Hermosilla, dirigente de la CREP (patronal del plátano para la exportación), además de procurador de las Cortes franquistas.

Completaba aquel plantel variopinto del viejo Diario del siglo XX otro nombre, Gregorio Martín Díaz, redactor ocupado en echar una mirada a los sucesos del día. La remataba con un apunte personal. En paralelo puso  de manifiesto su afecto por el teatro popular dando a conocer varias creaciones propias.

El cuadro de colaboradores era de nivel alto. Manuel González Sosa, coordinador del semanal “Cartel de las letras y las artes”.   Orlando Hernández Martín, investigador del habla canaria, poeta y autor de “Catalina Park”, novela recreada en el ambiente cosmopolita del espacio capitalino del Puerto. Agustín Quevedo, modelo de excelencia en la crítica de los grandes conciertos clásicos de aquel tiempo en el teatro Pérez Galdós, celo profesional que compartía  con su interés y amor por la UD Las Palmas.

Capítulo aparte merece Eduardo Millares, “Cho Juáa”. Cada mañana arribaba pletórico de ideas y optimismo para  detenerse en cada mesa y deleitarnos  con su viñeta humorística del día, antes de ser enviada a la rotativa. Su ingenio peculiar como dibujante y su talento para sintonizar con la actualidad, tirando de  lo más castizo de la socarronería canaria, derivaron rápidamente en reclamo y exigencia fija de los lectores. Su aportación acentuaba una diferencia de calidad, al tiempo  que ataba lectores en detrimento de opciones alternativas en el quiosco.

Antonio Cardona Sosa fue pionero con textos sobre Medio Ambiente y promotor de Ascán, entidad para la defensa de la Naturaleza, tarea que compatibilizó con la información  de baloncesto y caza bajo los seudónimos de Pivot y Perdicero, respectivamente. Memorable su crónica viajera acompañando en una ruta por el centro de Gran Canaria a Henri Charrière, de apodo Papillon,  personaje que había sido  llevado al cine tras el éxito de la novela autobiográfica que narraba sus peripecias y la  condena injusta por un crimen que no había cometido..

Muchos se sorprenderán hoy al saber que en el listado de colaboradores del Diario aparecía del mismo modo Lorenzo Olarte Cullen como especialista en tauromaquia, afición que no ha perdido pese a su avanzada edad, y alardeando de su relación con varios matadores. Publicó  sesudas crónicas de las corridas de toros en las plazas de Gran Canaria,  ilustradas con dibujos de Morote, comandante del Ejército del Aire. Por otra parte, Miguel Barrera desplegaría tesón informativo con el fútbol regional y la vela latina. Arturo Ponicke con el atletismo. José Eugenio de Armas con el balonmano, y Pepín Ruano con la Lucha Canaria. La natación era reserva de Fernando Díaz Cutillas. No en vano fue nadador de competiciones en su edad juvenil.

SAGASETA EN LA MEMORIA

La firma de Salvador Sagaseta, fallecido en Las Palmas de Gran Canaria  en noviembre de 2010 a los 61 años, es indisociable de la historia de Diario de Las Palmas. “Fue un periodista precoz, vocación que compaginó en sus años adolescente con su militancia en las juventudes comunistas (PCE). Siendo estudiante en el Instituto Pérez Galdós comenzó a realizar una página en Diario de Las Palmas titulada “Luz verde a la juventud”, recordó  Diego Talavera Alemán con motivo de su muerte en El País.  Hizo hincapié en que su vida experimentó un cambio drástico a raíz de un artículo publicado en una de aquellas páginas del Diario de Las Palmas, al reproducir el 29 de junio de 1966 el poema “Consejo de Paz” de Pedro Lezcano: “Muchachos que soñáis con las proezas/y las glorias marciales./ Bajaos del corcel, tirad la espada;/ los héroes ya no existen o están en cualquier parte”.

 Acusado de injuriar a la institución armada, Salvador Sagaseta tuvo que comparecer  ante un consejo de guerra, y aunque sería absuelto por el tribunal , la decisión fue recurrida por el capitán general de Canarias ante el consejo superior de Justicia Militar, que anuló las actuaciones por no haber imputado a Lezcano, autor del poema y libro. La condena llegó en el segundo consejo de guerra en  junio de 1967, cayéndole dos años de cárcel al periodista (que cumplió en distintos centros de la Península, además de Las Palmas), y seis meses y un día al escritor.

 Hubo una segunda parte en su vida no menos dolorosa, tras cumplir con el castigo de la condena carcelaria. En octubre de 1969 se negó a ser reclutado para el servicio militar en el Batallón Disciplinario en el Sáhara español. Prefirió embarcar en un buque de polizón con destino a Italia, y después siguió a Suecia, de donde regresó a Canarias en 1978 para reencontrarse con sus lectores a través de  LA PROVINCIA y Diario de Las Palmas, hasta 2009.

UN CACIQUE BUENO

La uruguaya Lilian Ordiéres sería la primera mujer en aterrizar en la Redacción del Diario de mi época. Le seguirían después María Isabel Rodríguez Suárez y la sudamericana Aglae Masini, elogiada por Arturo Pérez Reverte en “Territorio comanche”, una de sus primeras obras editoriales, centrada en su reporterismo de guerra.

En coincidencia con ellas recibió la bienvenida el terorense Sebastián Sarmiento Domínguez, que apostó años seguidos por Radio Nacional, tras dejar huella de su dominio del oficio y de su calidad como persona. Otros nombres se sumarían a una redacción renovada poco a poco, antes de la muerte de Franco, ocurrida en noviembre de 1975: Juan Trujillo Bordón, Diego Talavera y Pepe Alemán.

 Más tarde aterrizaron  Ramón Pañella, Luis León Barreto, Cristóbal Rodríguez, Rafael González Morera (redactores-jefes),  Alfonso O´Shanahan, José Vera Suárez, Manuel Pío Rodríguez, Carmen Corredor, Adolfo Santana, Fernando Berenguer, Miguel Luis Barrera Ventura (jefe de Local), José Miguel Santana (jefe de Deportes),  José Manuel Balbuena Castellano y Víctor Rastrilla, entre otros. Como columnistas de opinión aparecían Víctor Ramírez, Antonio Cubillo, Miguel Jiménez Marrero, Rafael Franquelo, Pinito del  Oro, Donina Romero, Antonio Beltrán Sierra, Andrés Hernández Navarro, etc.  Y en la condición de colaboradores gráficos Paco Luis Mateos, Luis del Rosario y Tino Armas contribuyeron a potenciar  la calidad de contenidos con imágenes del momento que les tocó captar oportunamente.

Los corresponsales en Fuerteventura y Lanzarote, Gerardo Jorge Machín y Agustín Acosta, mas los fotógrafos Juan Santana, Juan Gregorio y Manuel Álamo Montañez, discípulos aventajados del maestro Fernando Hernández Gil, remataban el marco de una Redacción muy profesional,  sin dejar de ser entrañable. Su funcionamiento era el adecuado en conexión con el archivo fotográfico gestionado por Ángeles Socorro, con el departamento de Corrección capitaneado por Eduardo Azofra, el taller de linotipistas y montadores  coordinado por el veterano José Calderín,  y  la Administración pilotada por Antonio Ortega y Pedro Santana.

Todos conformaban la tripulación de un “barco” timoneado por el entonces consejero delegado, Tomás Hernández Pulido, “lugarteniente” de Matías Vega Guerra, presidente del consejo de administración de Prensa Canaria. En el campo de la anécdota cabe anotar hoy que éste fuese tildado  de “cacique” por Pepe Alemán, bien es verdad que con su característico tono desenfadado, ante Nacho Jiménez Mesa, director de Diario de Las Palmas en aquel instante. Matías Vega era abogado de profesión, y  ex presidente del Cabildo grancanario, ex gobernador civil de Barcelona, ex embajador en Venezuela y ex presidente de la Junta de Obras del Puerto de La Luz y de Las Palmas.

El dardo de Alemán (Premio Canarias de la Comunicación 2023) se suscitó en uno de los frecuentes y acalorados debates internos. Y Nacho Jiménez,  con su vehemencia y pasión proverbiales, se apresuró a cuestionar y replicar el juicio del compañero: “Rechazo el calificativo que adjudicas a don Matías… Pero te puedo admitir que ha sido un cacique bueno”,  puntualizó. La observación sirvió al menos para despertar  la sonrisa cómplice de su interlocutor y la de los colegas,  testigos divertidos de la discusión.

 La sangre nunca llegaba al río en aquel clima de  camaradería, pese a la pluralidad ideológica de quienes en diferentes etapas pertenecieron a la Redacción de Diario de Las Palmas. Un abanico de falangistas, conservadores, liberales, socialistas, comunistas, y hasta algún ácrata, pagados todos por Matías Vega Guerra.

Amado José El-Mir fue el primer canario doctorado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, tras sus estudios iniciales  en los Jesuitas de Las Palmas y luego en la Universidad de La Laguna. Durante un periodo de los años 80 del siglo pasado empuñó las riendas del periódico que hoy cumple 130 años. Afrontó su jubilación puntual con serenidad y sin el menor asomo de pesadumbre por lo que perdía o dejaba, que era mucho. Todavía hoy perdura su amor al oficio, aunque manteniendo una comprensible  distancia protectora. “Hemos vivido y disfrutado con la mejor época quizás del periodismo. Quedémonos con este recuerdo”,  declaró  a colegas de su generación en la despedida.  Sabia reflexión no rechazada por los que escucharon y nos sentíamos vinculados a su círculo más cercano.

  • Publicado en La Provincia el 19.12.23

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