“En mi diccionario de casi 300 médicos canarios nacidos en el XIX son todos los que están, aunque no estén todos los que son”

“Prácticamente hasta la II República las mujeres no accedieron a estudios superiores, y la Medicina no fue de las primeras opciones”

“Los aspirantes a médicos tuvieron valor, dejaban las islas y no volvían hasta acabar los estudios, como el doctor Chil que lo hizo siete años después”

“La pandemia del coronavirus ha sido una sorpresa para todos y los gobiernos no disponían de protocolos de actuación”

Amado Moreno

El Museo Canario será escenario el martes próximo de la presentación del último libro del doctor Nicolás Chesa Ponce (Las Palmas de Gran Canaria, 1945), editado como los anteriores del mismo autor por Mercurio que dirige Jorge Alberto Liria. La obra de investigación histórica que sale a la luz es un diccionario biográfico de los médicos canarios nacidos en el siglo XIX. También abarca en su parte final la relación con el perfil correspondiente de unos setenta galenos de origen peninsular que ejercieron durante el mismo periodo en Canarias.

Nicolás Chesa se licenció en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra en 1968. Luego culminó la especialización en Urología, que alargaría con la estancia en una clínica universitaria de Alemania. Leyó su tesis doctoral en la Universidad de Las Palmas, donde estuvo veinte años de profesor, a la vez que desempeñó el oficio de médico cuatro décadas en el Hospital Insular de Gran Canaria. Siendo jefe del Servicio de Urología del centro sanitario se efectuó el primer autotrasplante de riñón por laparoscopia de España.

¿Qué le indujo a elaborar este diccionario biográfico de casi 300 médicos canarios nacidos en el siglo XIX ?

La idea de crear este diccionario biográfico de 191 páginas surgió al tener conocimiento que no había alguno parecido. Aunque existen varios trabajos referidos  al tema, ninguno los recoge en las condiciones que yo me había propuesto, es decir, todos los médicos nacidos en Canarias durante el siglo XIX. La verdad es que inicialmente esperaba que con un centenar de médicos cubría el expediente. Pero mi sorpresa fue cuando llegué a reunir casi 300. Indudablemente persiste la duda de si me ha quedado alguno en el tintero, pero en esta lista es natural. Lo que resulta claro es que aquí son todos los que están, aunque no estén todos los que son. De hecho, tengo unos pocos no reseñados en el libro por faltarme datos que no reunían los criterios para incluirlos, como lugar de nacimiento, o ser escasos en detalles biográficos.

¿Le preocupa haber olvidado a otros profesionales en la extensa relación que aparece en su libro?

La carencia de datos en los Colegios de Médicos de Las Palmas y Tenerife con una relación completa de sus colegiados hizo más difícil la búsqueda. Durante el siglo XIX los médicos para ejercer tenían que inscribirse en la subdelegación de Medicina de su distrito, entidad pública hoy extinguida. Los Colegios Oficiales de Médicos en España comienzan a inscribir a sus colegiados en 1898. El 2 de abril de este año se creó el Colegio de Médicos de Canarias, cuando era una sola provincia, y los datos anteriores a la guerra civil me dijeron en Tenerife que se habían perdido. Aunque a principios del XX se creó el Colegio de Médicos de las Canarias Orientales, no fue hasta la división provincial en 1927 cuando empieza a funcionar con cierta seriedad el Colegio de Médicos de Las Palmas. Por otro lado, la ley de protección de datos hizo difícil que me suministraran cualquier información al respecto por no ser yo una entidad oficial.

Impacta que no haya una mujer en el listado, en contraste con el porcentaje femenino significativo que hoy forma parte de los colegios de médicos canarios o estudia en las facultades universitarias de las islas

En aquel tiempo estudiar una carrera universitaria suponía salir de las islas y esto era privativo de los hombres. Prácticamente hasta la II República ellas no accedieron a estudios superiores. La Medicina no fue de sus primeras opciones. Sinceramente no tengo datos de cuándo se registró la primera mujer en el Colegio de Médicos de Las Palmas. Casi seguro que ocurrió después de la guerra civil.

¿Cuáles han sido sus principales fuentes documentales y con qué dificultades mayores ha contado para su trabajo?

Para la investigación, aparte de la bibliografía que viene al final del libro, me fue de gran utilidad Jable, portal digital de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria que recoge todos los periódicos que se han publicado en Canarias desde comienzos del XIX. Además acudí a los Registros Civiles de Canarias. Quiero hacer constar la amabilidad y generosidad con que colaboraron. También recurrí al Archivo Histórico Diocesano en la Plaza de Santa Ana y a algunas parroquias. La Iglesia se obligó a tener los llamados libros sacramentales que incluyen los bautismos, matrimonios y defunciones de los ciudadanos. Hay que recordar que por el Concilio de Trento en el siglo XVI la Iglesia impone que cada parroquia tenga estos libros. Los Registros Civiles empiezan a funcionar en 1870.

¿Si tuviera que destacar tres figuras o perfiles del diccionario con cierta proyección nacional e internacional, quiénes serían, sin detrimento del resto que forma parte de la colección de nombres en la edición?

Es difícil resaltar solo tres personajes  de la Medicina en Canarias durante este periodo. A bote pronto me acuerdo de Gregorio Chil, que fundó el Museo Canario, y el doctor Juan Negrín, catedrático de Fisiología en Madrid y creador de una escuela de fisiólogos españoles de gran renombre durante la II República. De su faceta política no tengo suficientes conocimientos como para emitir una opinión.

¿No tuvo la tentación de ampliar la recopilación más acá del siglo XIX?

Ampliar la lista hasta el siglo XX sería una temeridad por mi parte. Me encontraría con miles de médicos. El último colegiado en Las Palmas pasa del número 5.000, y la mayoría aún vive.

¿Qué aspectos y méritos cabe señalar en la formación de los médicos canarios del siglo XIX?

Los jóvenes aspirantes a médicos que se decidieron a estudiar Medicina durante el XIX tienen un notable valor y mérito. Les forzaba a dejar las islas y en muchos casos a permanecer ausentes  hasta la finalización de sus estudios. Por ejemplo, el doctor Chil estudió en París y no regresó a Gran Canaria hasta siete años después.

¿En qué condiciones ejercían su oficio en una época en que, salvo excepciones,  la esperanza de vida de la población no era alta debido a las penurias de todo tipo, incluidas las sanitarias?

Durante cien años la Medicina ha evolucionado notablemente como toda ciencia por lo que no es posible comparar la práctica profesional de comienzos de siglo con la que ejercieron los galenos un siglo después. Eran en general médicos generales localizados en las principales ciudades de las islas como Santa Cruz de La Palma, La Laguna, La  Orotava o Las Palmas. Lo habitual era que en los pueblos alejados  se apelara a la medicina popular con hierbas en manos de curanderos o santiguadores. Máxime cuando Canarias fue de las regiones de España con menos  proporción de profesionales sanitarios por habitante hasta bien entrado en el siglo XX. Las especialidades médicas son de comienzos del siglo XX . Mi abuelo el Dr. Ponce fue el primer urólogo que ejerció en Canarias. Llegó en 1920 y permaneció como tal durante más de 20 años.

Con anterioridad firmó usted otra producción editorial bajo el título “La medicina en Canarias en el siglo XIX. Médicos canarios formados en Francia”. Su debilidad por radiografiar la Medicina canaria de ese periodo es evidente. Aunque publicó también otro trabajo de investigación sobre los centros sanitarios en Gran Canaria durante la primera mitad del siglo XX. ¿Cómo explica su preferencia temática por el XIX?

Siempre me interesó la historia de la Medicina en Canarias, sobre todo después de leer los trabajos que al respecto dio a conocer don Juan Bosch Millares. Publiqué algunos artículos mientras ejercía, pero la Medicina es una profesión absorbente, y hasta que no me jubilé, no dispuse de tiempo para ello.

¿De dónde le llegó su vocación por la Medicina?

Haber nacido en una familia donde casi todos son médicos me facilitó a la hora de decidir lo que quería estudiar. En mi familia soy el cuarto urólogo, y detrás de mí hay dos más. Con estos detalles queda explicado mi caso.

¿Por qué apostó por estudiar Medicina y Cirugía en la Universidad de Navarra?

Estudiar en Navarra fue una decisión que siempre he agradecido a mi padre. Tenía 16 años cuando empecé la licenciatura y no tenía la madurez suficiente para tomar una iniciativa en ese sentido. En los años 60 no existía una facultad de Medicina aquí. La de Madrid, donde mi padre se formó, estaba masificada. Con más de mil alumnos en el primer año. En Pamplona empezamos 240 y seis años después finalizamos 80 la licenciatura.

¿Las nuevas generaciones de licenciados se diferencian mucho de las anteriores a la hora de ejercer y relacionarse con el paciente?

Al cumplir los 65 años yo solicité la prórroga profesional. Me fue concedida. Pero poco a poco comprobé que los conceptos y la idea que yo tenía de la Medicina no estaban acorde con lo que veía  y en algunos momentos me encontraba a contracorriente. Así que a los 68, después de cuarenta años ininterrumpidos de labor en la Sanidad pública, solicité la renuncia a la prórroga que me habían otorgado. Recuerdo que al comunicarle a la gerente mi decisión, comprobé que se alegró. Le había hecho un favor. Y no me arrepiento. Me  había llegado el momento de hacerme a un lado.

¿Ha planificado su jubilación de modo que no añora su actividad hospitalaria de tantas décadas?

Mi vida sigue completa, tengo más tiempo para la familia. Aparte de las investigaciones, practico el senderismo con un grupo de amigos, soy vocal de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas, y lector empedernido.

¿El fenómeno del coronavirus obligando al confinamiento en una larga cuarentena y estado de alarma qué sensaciones o reflexiones le han procurado como ciudadano y médico?

Tengo el convencimiento de que la pandemia ha sido una sorpresa para todos y los gobiernos no disponían de protocolos de actuación. Hay muchas lagunas en el conocimiento de la enfermedad y a la hora de interpretar los datos. Aunque todo el mundo aventura respuestas, los técnicos reconocen su desconocimiento. Por ejemplo, en Canarias ¿por qué existe tanta diferencia en la incidencia y mortalidad entre dos islas con casi el mismo número de habitantes como Tenerife y Gran Canaria? Me dicen que por los carnavales. ¿Pero aquí no celebramos la gala Drag Queen una semana más tarde obligados por la lluvia, donde se reunieron miles de espectadores en el Parque Santa Catalina, tantos como en el coso de Santa Cruz de Tenerife?

La baja incidencia en Canarias respecto a la media de contagios y fallecimientos a nivel estatal con qué la relaciona

La menor incidencia de la pandemia entre nosotros se debe a la circunstancia de ser islas. Ya en el siglo XIX cuando en Canarias había una epidemia en una isla se le aislaba, y no afectaba las demás.

¿La ciencia de la Medicina le ha acercado o alejado de la fe católica, de la fe en Dios?

Nunca fui a un colegio de curas. Hice el bachillerato en el Colegio Alemán. La fe en mi caso es fruto del ambiente familiar y cada día doy gracias a Dios por este motivo

Tras la presentación de este último libro en el Museo Canario, ¿en qué nuevo tomo piensa ya?

Cuando termine de presentar este libro, que estaba programado para marzo y la pandemia lo ha retrasado, tengo algunos proyectos diseñados. Durante este tiempo he enviado a varios amigos unos capítulos sobre la historia de la ciudad capitalina y la isla de Gran Canaria acompañados de fotos antiguas. Me han animado a que los publique. Lo pensaré. Mientras me encuentre operativo deseo continuar en la brecha. Me sirve de terapia ocupacional. También tengo el plan para este verano de hacer un tramo del camino de Santiago, aunque ya tengo tres “Compostelas”.

 Una frase recurrente que le sirve de asidero ante las adversidades o reveses que a veces ofrece la vida

Siempre me acuerdo del eminente doctor Gregorio Marañón cuando decía: Vivir no es sólo existir, sino existir y crear/ Saber gozar y sufrir, y no dormir sin soñar/ Descansar es empezar a morir.

*Publicado en La Provincia el 28 de junio de 2020.

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SAGA DE PROFESIONALES DE LA MEDICINA

José Ponce Arias, licenciado en la universidad de Montpellier, promovió el primer Servicio de Urología en Canarias

A.M.

Pese a que la familia Ponce, a la que pertenece Nicolás Chesa Ponce,  se remonta a más de diez generaciones anteriores desde su radicación en Gran Canaria, no hay constancia de un médico en su seno hasta 1920, año en que se incorpora a Las Palmas de Gran Canaria, su ciudad natal, José Ponce Arias (1893-1979). Éste, tras un intento por emprender sus estudios en Madrid, acaba optando por París, tendencia de muchos canarios que durante el siglo XIX y comienzos del XX eligieron Francia (principalmente Montpellier y la capital francesa) como destino para cursar Medicina.

José Ponce Arias, al finalizar sus estudios en Francia con una tesis que lee en 1918, los revalida en Madrid, y regresa a Las Palmas. Se había licenciado en Montpellier obligado por el cierre de la universidad de París a causa de la I Guerra Mundial.

A su regreso eleva una solicitud al Cabildo de Gran Canaria, y logra que  apruebe la creación de un Servicio de Urología, entonces denominado de las Vías Urinarias, con dos condiciones que son aceptadas por la institución insular: renuncia a emolumentos y ofrece su propio instrumental quirúrgico. Así continúa durante veinte años, y en 1942 el Cabildo lo vincula a la nómina de funcionarios. Sería el primero y único Servicio de Urología en Canarias por varias décadas.

Su dedicación a la Medicina no le impidió incursiones en la política. Fue concejal y teniente de alcalde en un ayuntamiento de la capital grancanaria presidido por José Mesa y López.

Estuvo también entre los fundadores relevantes de la Clínica San Roque en el año 1928. En reconocimiento a su meritoria labor la sociedad de Las Palmas le rindió un entrañable homenaje en 1964 con motivo de su jubilación. Tras su fallecimiento en 1979, el ayuntamiento capitalino le dedicó una calle y un busto suyo.

Su ejemplo incitó a seis descendientes a seguir su misma disciplina profesional con la Medicina urológica. Su hijo político, Nicolás Chesa Ponce, nacido en 1913, ejerció en Las Palmas tras concluir la guerra civil española. La mayor parte de su quehacer como médico se centró en el hospital San Martín. Primero como ayudante en el Servicio de Urología, y años después como jefe del mismo, tras la jubilación del doctor Ponce Arias. Posteriormente, en 1971 pasó al Hospital Insular hasta su jubilación en 1983. Otro destacado miembro de la saga es Francisco Ponce Caballero, especialista en Aparato Digestivo.

La tercera generación de Médicos y Urólogos en la familia llevan el apellido Ponce (José Ponce Socorro y Nicolás Chesa Ponce). Impulsados por el espíritu de su abuelo José Ponce Arias se licenciaron en la especialidad de Urología, que él inició noventa años antes.

A la cuarta generación familiar pertenece José Ponce Díaz-Reixa, también urólogo, ejerciente en Galicia. En definitiva, son seis los médicos que nacidos en Las Palmas de Gran Canaria se muestran orgullosos de portar hoy el apellido Ponce.


*Publicado en La Provincia el 30 de junio de 2020.