Amado Moreno

Por vez primera en décadas la efeméride de la muerte de Eusebia Armas Almeida en Guía de Gran Canaria alcanza este año un relieve y un eco en la opinión pública y en las redes sociales de moda. A subrayar que acontece este recordatorio casi de modo espontáneo en un contexto de malestar y movilización ciudadana por el estado en que se encuentra gran parte del valioso patrimonio que la dama guiense legó para que se gestionara en favor de un modelo educativo y de un colectivo de niños pertenecientes a familias pobres. Los Salesianos de Don Bosco, prestigiosos internacionalmente desde su nacimiento por su celo en la formación profesional, llamados por Eusebia Armas para regentar el modélico centro que había mandado construir -empeñando su fortuna personal-, debían continuar la labor educadora tras su fallecimiento. 

Sin embargo, once años después de la desaparición de ella, el 31 de julio de 1971 la comunidad religiosa tiró la toalla. Según su versión oficiosa, lo hizo por el ahogamiento económico al que la había sometido la administración ajena. En privado miembros del clero salesiano responsabilizaban a Pildain Zapiain, obispo entonces de la Diócesis canaria, hasta la renuncia su renuncia al cargo eclesiástico en 1966. Supuestamente no les mostró mucha simpatía para su permanencia al frente del colegio, pese a ser la voluntad inequívoca de la fundadora, mujer católica y practicante, devota de María Auxiliadora, Patrona de la orden religiosa. De hecho eligió el mismo nombre para el centro, y culminó la construcción con una hornacina dedicada a esta Virgen en el frontis de la singular arquitectura del edificio.

El distanciamiento o ausencia de empatía entre Pildain y la dirección de la orden religiosa tenía otra lectura distinta en un ámbito episcopal. Atribuía a los religiosos de Don Bosco el intento de encubrir la creación de un seminario menor de vocaciones sacerdotales suyas en el centro de Guía, con los recursos proporcionados por la herencia de la conocida dama. El perfil de determinados becarios, internos y procedentes de otros municipios alejados, contribuyó a esa sospecha.

Otro elemento no desdeñable se sumaría al desencuentro de ambas partes. La disputa o enfrentamiento por la administración y uso de la fortuna inmobiliaria y económica que la distinguida señora dejó tras su muerte.

El problema de salud sufrido súbitamente por Eusebia Armas Almeida, pocos días después de la apertura del colegio, comenzó a dinamitar la estabilidad de los Salesianos en Guía. Ella se había comprometido a suscribir un contrato a fin de garantizar con meridiana claridad el funcionamiento y gestión en años sucesivos. Pero este contrato nunca se llegó a firmar. “En la mañana del domingo 7 de Agosto de 1955 amaneció la ilustre dama fundadora postrada por un ataque de hemiplejia con parálisis del lado derecho, perdida el habla y el conocimiento”, recoge el acta de aquella jornada.

La grave incapacidad de la señora sumió en cierta orfandad a los Salesianos que gozaban de su total respaldo en cuanto a libertad y autonomía de gestión. Los problemas vinieron luego. Y con un desenlace negativo para la congregación religiosa. “En silencio, sin pena, ni gloria, los Salesianos salieron de Guía 16 años más tarde de su llegada, como por los mismos motivos tres años antes se habían retirado de Teror”, pregonó oportunamente Marcelino Carreto, sacerdote de la misma orden y antiguo docente del centro guiense.

El desenlace también resultó decepcionante para el inmenso patrimonio de Eusebia Armas Almeida, como demuestra el estado actual de lo que aún perdura, y la pérdida de otra parte por una dudosa gestión. Ojalá no sea tarde para recuperarlo en beneficio de la sociedad a la que ella sirvió generosamente sin escatimar medios propios pensando en la demanda educativa de aquel momento y en las necesidades futuras. Cumplir con su voluntad,  sensible en extremo con los desfavorecidos, es una exigencia moral.

Cierto que los orígenes, figura, labor y méritos de Eusebia Armas, una privilegiada económica, no son equiparables a los de Teresa de Calcuta, ni a los de Margarita de Occhiena, madre ésta de don Bosco, impulsor de los Salesianos. Las dos últimas citadas, de extracción familiar no tan acomodada, sacrificaron sus vidas físicamente con los más pobres. Nadie en su sano juicio intentaría fijar un paralelismo.

No obstante, urge precisar y reconocer de inmediato que la señora guiense tuvo una altura de miras, una inquietud social y una visión de futuro, incuestionables, en contraste con otros muchos personajes de su mismo nivel en idéntico periodo, que eran indiferentes ante las tremendas desigualdades y precariedad de la población.

En consecuencia, reivindicar la obra de Eusebia Armas hoy, víspera de la efemérides de su fallecimiento, es una obligación, en particular para quienes se beneficiaron de su actuación y legado.

NOTA.- Publicado en La Provincia 

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