Nada mejor que una ciudad de relieve, San Sebastián, y un rival con historia, la Real Sociedad, para que la UD Las Palmas acredite hoy con una victoria en el arranque de la Liga su aspiración de retorno a Primera División, categoría que perdió seis años atrás. Su presencia anterior durante 31 temporadas entre los grandes del fútbol español, su valor imperecedero como identidad de una parte importante de la sociedad canaria, demandan a la UD Las Palmas fijarse como objetivo irrenunciable la vuelta a Primera. Su limitación de recursos, tras salir de una grave crisis económica y deportiva que estuvo a punto de enterrarla, no ha de servir de coartada para justificar un espíritu resignado a seguir un año más en Segunda. Los recursos eran infinitamente más escasos en otros tiempos. Pese a esto, fue entonces cuando la UD escribió las páginas más brillantes de su historia en la máxima categoría.

Ahora, con un presupuesto que oscila en torno a los seis millones de euros, de los que un cuarto aproximadamente se corresponde con la aportación (directa o indirecta) de instituciones públicas, la UD está en disposición de marcarse una meta mayor que la de la simple permanencia. ¿Por qué no luchar sin complejos desde el inicio por el ascenso? ¿No lo consiguieron la pasada temporada, Gijón y Numancia (Soria), clubes y ciudades más modestos?

Prescindiendo de alardes triunfalistas a priori, hay que convenir en que Ramírez, el presidente, sin perder de vista cierta austeridad en la política presupuestaria, ha logrado configurar una plantilla en principio equilibrada, con ocho incorporaciones. Las más sobresalientes (Jorge, Saúl, Amaral y Rondón) aúnan juventud y experiencia, y las otras (Dani López, Gerardo, Pablo Sánchez y Gustavo) al menos suscitan credibilidad, a la espera de que la ratifiquen cuando entren en juego en la competición.

La presencia de Juan Manuel Rodríguez en el banquillo es otro acicate y motivo para la esperanza. Los resultados de su trabajo en la temporada anterior fueron incontestables. Tras rescatar al equipo del precipicio de un nuevo descenso a Segunda B, Rodríguez lo dejó en el puesto octavo, con 57 puntos, 52 de éstos logrados en 32 partidos, en contraste con su antecesor en el cargo, Juanito, que había sumado sólo cinco puntos en diez partidos, razón por la que Ramírez, presionado por la grada, tuvo que relevarlo.

Aunque ambos técnicos (Juanito sigue en la dirección deportiva) se han esforzado en disimular sus desencuentros en cuanto a las formas y el fondo, lo cierto es que persisten. Su formación y visión son diferentes, cuando no opuestas. Juanito tuvo una mayor proyección como futbolista, mientras que Juan Manuel Rodríguez compensa ese déficit con un estudio meticuloso de cada partido y cada rival, acumulando un volumen de información exhaustivo, que le permite planificar con rigor, sin concesiones apenas a la improvisación, salvo las que exijan los imprevistos o las circunstancias.

Mientras la oratoria prepartido de Juanito en el vestuario era brevísíma, las arengas de Juan Manuel Rodríguez, al mejor estilo de la escuela técnica italiana, se pueden alargar hasta media hora o más, con consignas machaconas, salpicadas con apelaciones reiteradas a la necesidad vital del triunfo, al orgullo y a la familia, como motores estimulantes a la hora de saltar al campo. Gusta de alimentar la tensión ambiental y neutralizar la relajación o distracción nocivas. En resumen, Juan Manuel Rodríguez es exigente y competitivo.

Pero sorprende que su discurso, cargado de nervio y coraje, se quede ahí y no vaya más allá -al menos en público – para apostar de modo contundente por el objetivo del ascenso, en sintonía no sólo con la mayoría de los aficionados, sino también con futbolistas experimentados de su plantilla como Jorge Larena, Amaral o Rondón, que se plantean ese reto. Bien saben los dirigentes del club, y en particular el técnico, que no es lo mismo jugar con mentalidad para la permanencia en Segunda que para subir a Primera.

Mark Spitz, el nadador estadounidense laureado con siete medallas de oro en los Juegos de Múnich, no se equivocó al confiar en que Michael Phelps batiría su récord con los ocho oros conquistados por éste en Pekín 2008. “¿Cuál es la diferencia física entre Michael y los demás? Ninguna”, responde Spitz. “Hay muchos chicos nadando que tienen los brazos y las piernas tan largos como él y los pies tan grandes. Muchos que se parecen físicamente. Lo que le diferencia es su mente, su determinación, su capacidad para dominar sus emociones, sus necesidades físicas, incluso con dolor o cansancio”, concluye el veterano olímpico.

¿Quién duda entonces que esta UD Las Palmas, con igual mentalidad y determinación, no es capaz de pelear este año por el reto del ascenso? En Anoeta tiene hoy el conjunto amarillo la primera prueba para demostrar su grado de ambición. O conformismo.

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ARTÍCULO PUBLICADO EN “LA PROVINCIA / DLP” EL 30 DE AGOSTO DE 2008.