La Palma ha sufrido un grave incendio forestal, con tres focos,  que comenzó en la noche del viernes 31, sobre las 23.15 horas, en Tigalate, municipio de Mazo, y que no paró de avanzar durante toda la madrugada. Varias poblaciones han tenido que ser evacuadas.

 

Alrededor de 4.000 personas fueron desalojadas. Los efectos del fuego, animado por el viento y el fuerte calor, con temperatura superior a los 38 grados durante la misma noche, han sido devastadores.

Tiempo habrá para depurar responsabilidades y ofrecer un balance riguroso sobre el siniestro, pero a bote pronto parece incontestable que la imprevisión técnica y política ha pasado factura con un alto precio especialmente para el Medio Ambiente insular y su rica masa forestal. Hubo una época en que la noticia recurrente de los medios de comunicación en verano eran los incendios en Galicia. Pero eso se acabó desde que la Xunta presidida por Fraga agarró el “toro por los cuernos” y desplegó una brigada de vigilancia forestal por todo el territorio gallego, recurriendo a personal en paro, al que dotó de la formación y los medios adecuados. A partir de entonces Galicia dejó prácticamente de ser noticia estival por sus incendios forestales, y cedió tal “honor” a otras comunidades autónomas como Castilla-León,  Valencia y Canarias, tal como estamos viendo en estos días del recién estrenado agosto.

En el origen y magnitud de estas catástrofes medioambientales influyen, además de condiciones climatológicas, los vándalos de turno o pirómanos. También extraños intereses de cultivo o ganadero, la incompetencia política y la cicatería presupuestaria de instituciones públicas que prefieren destinar sus dineros a otras prioridades más que dudosas, cuando no a pagar escandalosos errores de la administración autonómica, léase Tindaya, Tebeto, etc, menospreciando la urgencia de un amplio dispositivo que vigile los bosques canarios, particularmente durante el verano. Este pecado es el que lleva al “infierno” actual.

Amado Moreno.

1 de agosto de 2009.