Más de cien millones de discos vendidos a lo largo de su carrera, actuó en Las Palmas en mayo de 1975

Pese a su rotundo éxito internacional, el intérprete británico “llegó, cantó pero no convenció” al público canario

Conocido como el “tigre de Gales” dio un zarpazo con su universal “Delilah”

Amado Moreno

Aunque cumplió 80 años el pasado domingo 7 de junio, Sir Thomas John Woodward, bautizado artísticamente como Tom Jones, no se rinde y no se jubila. La retirada se intuye lejana. Debe pensar como  Aznavour. Éste, cuando aún se mantenía como gran trovador de la canción francesa después de superar los 90 años de edad, confesaba que “la vejez corre detrás de mí y, aunque le cuesta, me alcanza, lamentablemente. Ya no puedo ir tan rápido como antes, pero me niego a envejecer”.

No obstante, al artista galo de origen armenio la muerte  le sorprendería en octubre de 2018 a los 94 años de edad en su casa del sur del Francia, recién llegado de Japón con una fractura tras una caída, que le forzó a suspender sus conciertos.

La carrera y los planes de Tom Jones se han visto perturbados ahora, no por su edad  sino por la pandemia del coronavirus. No solo le ha impedido celebrar su octogenario cumpleaños sobre un escenario, también le ha obligado a hacer un paréntesis en su carrera y posponer para el año próximo la gira que iba a emprender por su país, el Reino Unido. Todavía conserva allí la fidelidad de unos fans que le reclaman desde que universalizó su inolvidable “Delilah” en los años 60, hasta el punto de empujarle después a Las Palmas de Gran Canaria, en mayo de 1975, como parte del programa de las fiestas de San Pedro Mártir. Tenía entonces 35 años.

Su actuación aquí no sería de las más memorables, ni de las más recordadas por el público grancanario, según las críticas del evento, en particular la que lleva la firma del periodista y escritor Pedro Perdomo Azopardo en el vespertino de entonces, “Diario de Las Palmas”, como testigo directo del concierto en el recinto ferial.

“Tom Jones llegó, cantó, pero no convenció”, recoge de forma destacada la crónica. Detalla que el cantante fue recibido de uñas por el considerable retraso de su aparición, más de una hora media después de las diez de la noche en que se había anunciado. Mientras sus técnicos resolvían el ajuste del equipo de sonido, el cantante aguardó en el interior de su coche en las afueras del recinto, charlando con dos amigos, indiferente a que el público desesperaba y no se contentaba con “The Blossoms”, coro vocal norteamericano que abrió la gala como telonero del intérprete galés.

Comprensible el malestar del respetable para la ocasión. Exigían puntualidad y respeto a la organización y al artista. Es lo menos que podían demandar después de  pagar entre 250 y mil pesetas por sus entradas, según ubicación.  Aunque su fama mundial era reconocida el cantante no logró llenar por completo el aforo.

El crítico de “Diario de Las Palmas” describe su irrupción  en el escenario “con chaqueta azul, blanca camisa y pantalón de tono azulado, con una cadena de oro al cuello” de la que pende un llamativo crucifijo. El calor de la noche, su entrega y sudor le sugieren desprenderse de la chaqueta. Bebe mucha agua durante las pausas. Pero su esfuerzo no provoca gran entusiasmo, ni justa correspondencia de los asistentes. “Los aplausos casi morían al nacer”, puntualiza Perdomo Azopardo. Éste expresa su nostalgia en el texto por otros artistas  españoles que dejaron anteriormente  huella más profunda de su valía en el mismo recinto ferial, con alusión a Paco de Lucía y Massiel.

De la crónica periodística se deduce que Tom Jones esta vez no justificó plenamente los tres millones de pesetas que cobraría por su actuación en Las Palmas de Gran Canaria, acompañado de una banda de treinta músicos. No respondió al interés que había despertado, tras arribar al aeropuerto de Gando un día antes con tres mil kilos de equipaje -especificó LA PROVINCIA de la fecha-, sorprendiendo entonces con más guardaespaldas que fans le esperaban, y dar la espalda a todos los medios de comunicación. Un gesto desabrido que se atribuyó más a su entorno de seguridad que al propio artista, después que éste hubiera mostrado cierta disposición a hablar con los periodistas desplazados.

El cantante había llegado a Gran Canaria en un vuelo procedente de La Coruña, vía Madrid, cumpliendo con una gira programada por varias ciudades españolas, que incluía Vigo, Bilbao y Valencia, además de la capital de España.

Durante su estancia en la isla Tom Jones quedó alojado con sus acompañantes, su hijo Mark entre otros, en el hotel Cristina, junto a la playa de Las Canteras.

Mark Woodward es el único hijo legal reconocido por Tom Jones como fruto de su unión con Melinda Trenchard en 1957, hasta que ella murió de cáncer en 2016. Su matrimonio, con muchos altibajos e infidelidades de él no desmentidas,  duró 59 años. Se ha contado que una de las más sonadas fue con Marjorie Wallace, Miss Mundo en 1973, que colocó su matrimonio al borde de la ruptura. Durante décadas, Melinda Trenchard soportó la leyenda que atribuía a su marido  “250 amantes al año”. Los biógrafos de la pareja coinciden en afirmar que pese a esta sospecha o certeza, Tom Jones no se arrepentía de su conducta, ni ella propiciaba el divorcio. Curiosamente él se ufanaba de haber amado sólo a una mujer en la vida.

En los año 60 empezó  a abrirse camino como  cantante de baladas en el Reino Unido. Sobresalía por el vigor y la fuerza que derrochaba en sus interpretaciones, aunque su primer sencillo  en 1964, “Fiebre intermitente” (“Chills And Fever”), apenas trascendió. El éxito le sonrió al año siguiente con “It’s Not Unusual”.

Grabó ese mismo año para la película de James Bond, “Thunderball”, lo que le permitió lograr el reconocimiento al obtener un Grammy por “Mejor artista nuevo”.

Su popularidad y fama crece y se reafirma en 1966, con composiciones como “Green Green Grass of Home”, “What’s New Pussycat”, “Help Yourself” y fundamentalmente “Delilah”. En 1969  Jones, con 29 años, alcanzaría la cima de su carrera. Provocaba el delirio femenino y la CBS disparó su audiencia juvenil adjudicándole un programa exclusivo, “This is Tom Jones”.

Más recientemente la BBC, con motivo de sus 55 años sobre los escenarios, le dedicó un especial a este intérprete considerado como uno de los más destacados del Reino Unido en el género de baladas. Al terreno de la anécdota pertenecen las descalificaciones de sus detractores que nunca faltan con el que triunfa. Ponen el acento en su pasado de albañil -digna profesión como otras muchas- y su estilo hortera, que el mismo Ton Jones no desmiente que le superó alguna vez, y lo lamenta, como deslizó en su autobiografía de 2015, “En la cima y de vuelta”.

Tras diez años alejado del éxito, reflexiona ante el espejo de su camarín en el local donde había actuado una noche de 1983 en Massachusetts: “Chaqueta bolero de lentejuelas, camisa blanca abierta, cadenón de plata al cuello. Pantalones negros ceñidos hasta la cadera. Hebilla de cinturón del tamaño de una tapa de alcantarilla. Tacones cubanos”. Un rosario de horrorosos kitsch todo esto que le llevan a concluir que “solo cabía hacerse dos preguntas en ese momento: ¿Cómo he llegado hasta aquí? Y una vez aquí, ¿cómo salgo de esta?”

En eso se encuentra en este momento. En salir del pozo del olvido y abrazar de nuevo los éxitos con su peculiar estilo que le brindó el aplauso casi unánimes de las multitudes, ganar el reconocimiento a sus méritos con el título de Sir británico y alternar con los mandatarios de medio mundo.

En 2012 cantó ante al Palacio de Buckingham una  “Delilah” reversionada con motivo del Jubileo de Diamante de la Reina Isabel II, de la que recibió la Orden del Imperio Británico. Y en el año 2000 actuó para Bill Clinton en la Casa  Blanca.

Sin los complejos del pasado, hoy Tom Jones parece animado a reemprender su carrera y no defraudar cuando su país supere las secuelas del coronavirus. Su reinvención como artista lo lleva a gestionar con una naturalidad extrema incluso determinadas nimiedades. Comprobado que le sobra garra y voz para volver a la cumbre artística, ha descubierto que al dejar de teñirse el pelo gana puntos entre su público.

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*Publicado en La Provincia el 14 de junio de 2020.